Una de cal y varias de arena para Cristina Cifuentes. La presidenta de la Comunidad de Madrid recibió este jueves el cobijo de su partido y el Gobierno tras un primer día de inquietante silencio al saltar a la luz la polémica por la presuntas irregularidades de un máster cursado en la Universidad Rey Juan Carlos. Fue el único amortiguador de una jornada de extraordinaria dureza. La oposición al completó la aguijoneó pidiendo explicaciones, la prensa la persiguió por los pasillos de la Asamblea y el centro docente -que en la víspera había cerrado filas para protegerla- anunció que abre un expediente de investigación para analizar si el máster cursado cumple con la legalidad.

Ella, en un comportamiento alejado de su habitual modo de actuar, apareció desencajada. Prefirió guardar silencio. Envió a su primera espada a anunciar que da por zanjada la crisis y a intentar explicar que no aportará la información que se le requiere para evitar alimentar lo que considera una «cacería política».

Sus expectativas de cerrar el caso chocan con la realidad: PSOE, Ciudadanos y Podemos pedirán un pleno extraordinario en la Asamblea de Madrid para que dé explicaciones de inmediato. El PP no tiene fuerza para detenerlo, de modo que, por el momento, los apoyos de su partido, que tardaron en llegar, se quedan en gestos tan grandilocuentes como simbólicos. Tres ministros salieron a defenderla este jueves. El titular de Justicia, Rafael Catalá; el de Fomento, Íñigo de la Serna, y la de Defensa, María Dolores de Cospedal, manifestaron su confianza en público y transmitieron que todo el partido está con ella. Si es una estrategia para acallar el incendio de quienes opinaban que el escándalo, destapado por eldiario.es, estaba alimentado por fuego amigo, está por ver.

Si el apoyo del Gobierno alivia en lo emotivo, no lo hace en el terreno público ni en lo político. Cifuentes se enfrenta a un escenario espinoso. La Universidad Rey Juan Carlos que el miércoles salió a blindarla, decidió abrir un expediente para analizar con detalles su caso. Es decir, para investigar por qué se cambiaron sus notas de ‘no presentada’ a ‘notable’, si el tribunal se eligió conforme a ley y, en todo caso, si hubo trabajo de fin de máster.

El portavoz del PSOE, Ángel Gabilondo, y el de Ciudadanos, Ignacio Aguado, exigieron que dé explicaciones en sede parlamentaria porque consideran que existen lagunas en la verosimilitud del relato de Cifuentes. Podemos pide directamente su dimisión. Los tres grupos, en todo caso, suman poder suficiente para hacerla comparecer en un pleno extraordinario en la Asamblea a la vuelta de Semana Santa. A los tres les interesa una dimisión y que la suceda un diputado del aparato sin carisma.

ESTIRAR EL CHICLE / Por el momento ese pleno entierra toda esperanza de cerrar el caso. Ajeno a la presión política, mediática y social, en un ejercicio de llamativo distanciamiento de la realidad, su entorno buscó blindarla. Su consejero de presidencia, Ángel Garrido, airado, anunció que no habrá más explicaciones porque solo servirían para alimentar «la cacería» de una oposición que solo quiere «estirar el chicle».

En esa atmósfera de aparente irrealidad, Cifuentes salió del pleno de la Asamblea protegida por su círculo. Aturdida. Sin mediar palabra. Lejos del personaje público que se ha construido de mujer valiente, hija de militar y superviviente de un accidente mortal de tráfico. Este jueves, Cifuentes pareció una dirigente zarandeada por la actualidad, llevada en andas por los suyos, nadie sabe hasta dónde como lideresa y hasta dónde, quizá, como mártir.