Cerca de medio millón de militantes de Podemos se asoman, desde este martes y hasta el domingo, al vértigo de decidir el futuro político de Pablo Iglesias e Irene Montero por el escándalo del chalet. El miedo a dejar al partido sin liderazgo se mezcla con el hastío de parte de las bases, con zote interno, y dudas sobre la seguridad en una votación que carecerá de auditores independientes. Como adelantó EL PERIÓDICO, el exauditor de Podemos, la asociación Openkratio, detectó irregularidades en las votaciones de Vistalegre 2, el cónclave en el que Iglesias consiguió todo el poder del partido. Entonces se cuestionó la neutralidad, el censo, y se denunció la ausencia de interventores. La dirección se negó a aceptar medidas para corregir los errores y desde entonces el auditor decidió no volver a colaborar.

Las dudas vuelven a planear ahora por la ausencia de una fiscalización independiente. Serán trabajadores del partido los que validen los votos y hagan el recuento. Aún en estas circunstancias, el miedo palpita. Si bien los dirigentes ven complicado que la militancia, por enfadada que esté, deje al partido descabezado, temen que el castigo sea una abstención amplia.

En Vistalegre 2 participó el 33,95% del censo. Ese será un buen termómetro para medir el estado de ánimo en el partido tras la polémica del chalet de lujo. Otro rasero será el del respaldo a Iglesias. En el cónclave Iglesias consiguió el 89,09% de los apoyos, con 128.743 votos. Si el líder se acerca a estos baremos, puede salir relativamente satisfecho. Si las cifras están muy por debajo, aunque las bases le permitan mantenerse en el cargo, su liderazgo será más frágil.

Vivir en chabolas

Más allá de la figura del secretario general, está el daño electoral que pueda sufrir Podemos por el escándalo. Visibles son ya algunas heridas que se abren en la campaña para convencer a las bases. La familia anticapitalista -tercera en peso tras pablistas y errejonistas- pide la abstención. Aunque son menos, sus simpatizantes son los más activos y suelen ser clave para inclinar la balanza.

El llamamiento a la abstención parece irritar al oficialismo. El cofundador de Podemos, Juan Carlos Monedero, salió este martes a acusarles de “aprovechar” la crisis del chalet en beneficio propio, para intentar aumentar su base nutriéndola de militantes enfadados con Iglesias. “¿Qué pasa? ¿Que representar a los golpeados te obliga a vivir como un golpeado? ¿Tenemos que vivir en chabolas como en los años setenta porque eso nos hará más de izquierdas?", retó. Hizo mención directa al alcalde de Cádiz, José María González, Kichi, que afeó a Iglesias y Montero que no se apliquen el código ético para vivir, como el, en un barrio de "currela".

Tras el ‘recado’ de Monedero, las declaraciones críticas de los anticapitalistas parecieron disminuir. A fin de cuentas el revocatorio medirá sobre todo el estado de ánimo de la militancia Podemos. Los desencantados, se abstendrán. Los enfadados, votarán en contra de Iglesias. Los más afines, blindarán al líder. Otra historia es qué ocurrirá con el partido.