Afortunadamente, los partidos políticos desean un consenso para implantar un sistema educativo estable y exitoso. Reconocen que si persisten las deficiencias educativas actuales difícilmente podremos ser un país próspero.

Aportan ideas centradas en: la carrera profesional docente, igualdad de oportunidades, equidad, oferta pública de 0 a 3 años, reducir el número de alumnos por aula, impulsar la FP, más recursos, formación para el empleo y para el emprendimiento, utilización de las TIC, libertad de elección del modelo, estímulos para el profesorado… No creo que sea difícil encontrar un acuerdo. Sin embargo, ponerlo en práctica de una manera eficiente es el siguiente paso, y ese es el objeto de mi propuesta.

Disponemos del informe Mckinsey como referente (ampliamente aceptado por los expertos en educación) para acometer la reforma. En él se observa que los países más eficientes contratan a los mejores profesores, les sacan el máximo partido e intervienen en cuanto los resultados de los alumnos empiezan a bajar, ya que disponen de métricas transparentes sobre el rendimiento educativo. También considera que es durante los primeros años escolares donde tiene mayor importancia atender a grupos reducidos.

Este magnífico trabajo se redactó en el año 2007, aunque se ha ido completando en años sucesivos, analizando y aportando recomendaciones para mejorar los resultados de los informes PISA. No obstante, apenas se menciona el impacto de las nuevas tecnologías.

Las profesiones tradicionales han tenido que adaptarse, progresivamente, a nuevas formas de trabajar y, obviamente, tenemos que considerar que los avances tecnológicos también revolucionarán la enseñanza. Desde que surgiera YouTube, facilitando la edición y difusión de vídeos, la suerte está echada. El proceso enseñanza-aprendizaje se transformará porque ya no es necesario que los alumnos aprendan, en el mismo tiempo y lugar, las mismas cosas, de la misma manera y a un ritmo determinado. El actual sistema es rígido cuando puede ser muy flexible; por tanto, habría que pensar en una reforma educativa atendiendo las recomendaciones del informe Mckinsey y las prestaciones que nos facilita internet.

Paradójicamente, la calidad educativa podría aumentar considerablemente si reducimos 10 minutos cada una de las 6 sesiones de la ESO. Las 6 horas diarias actuales de presencia en el instituto pasarían a ser 5 (sabemos que la última hora es improductiva debido al cansancio). Como consecuencia, sobraría 1/6 del profesorado en esa etapa de 4 cursos para alumnos entre 12 y 16 años.

Esa enorme cantidad de plazas convendría suprimirlas paulatinamente para ofertarlas en Infantil y Primaria, porque, efectivamente, en edades tempranas es donde se requiere un mayor esfuerzo y atención.

En la actualidad desconocemos qué tipo de profesiones desempeñarán los actuales alumnos de primaria, pero el Foro Económico Mundial de Davos (enero-2016) nos ofrece algunas pistas. Se habla ya de la cuarta revolución industrial y de los retos que nos plantean las nuevas tecnologías y modelos empresariales.

La robótica, nanotecnologías, inteligencia artificial, big data, internet de las cosas, drones e impresoras 3D, modificarán la sociedad en todas sus dimensiones y particularmente en el ámbito laboral. Más recientemente, el foro Retina (Madrid, mayo-2016) centra sus conclusiones en la gran transformación digital en la que estamos inmersos.

El secreto de un sistema educativo estable, duradero y eficiente, está en su dinamismo interno y en su capacidad de adaptación a los permanentes cambios. (*) Exprofesor del IES Trasierra de Córdoba.