Algunas breverías de mi obra del mismo título Pensamientos Pedagógicos para que de forma reflexiva, directa y sencilla lleguen mensajes necesarios a padres y maestros:

Un maestro debe saber que no vale tanto la tarea de preparar la lección de cada día, como la ilusión de cada día.

Maestro de oro es aquel que sabe, respeta y valora que jamás un alumno más otro da un igual a dos.

Si los alumnos son copias de sus maestros, ¿qué mostrarán cuando se les exija el original?

Un niño puede parecer un pequeño y transparente vaso de agua. No obstante nuestra mirada debe alcanzar al profundo y tal vez oscuro pozo de su futuro.

Cada alumno es un precioso eslabón de una maravillosa cadena que pasa por las manos del maestro. No obstante, jamás debe intentar enlazar dichos eslabones. Sería un esfuerzo inútil, y el resultado, si acaso, unas implacables esposas.

No son las palabras las que pueden hacer daño a un pequeño, sino el tono de esas palabras. Ellos saben perfectamente si proceden de un padre o de un padrastro.

Todos los alumnos tienen grandes valores. Si no son apreciables a primera vista, habrá que buscarlos aunque sea con lupa, pero jamás ignorarlos, dejarlos perdidos. Sería como volver la espalda a un filón de oro.

Los padres jamás deberían relegar la comunicación serena y fluida con sus hijos a un posible tiempo libre. Los hijos son el primer deber por cumplir y el último por aplazar.

La familia no se puede improvisar cuando los hijos levantan la voz. La familia hay que cultivarla, como delicada flor, desde el momento que optamos a ella.

El hedonismo se ha entronizado en nuestras vidas. ¿Cómo esperar que los alumnos se esfuercen, trabajen, atiendan y con la boca cerrada sean disciplinados y colaboradores?

Un maestro sin amor es un pozo sin agua: por mucho que intente sacar de él, los alumnos siempre quedarán sedientos.