Se nos fue el maestro, tan callado, tan corriendo, un 9 de diciembre del 2016. Vino al mundo en 1945, en un pueblo leonés de la comarca de la Maragetería, tierra de cocidos; en el año del hambre, como se conoció por los viejos del lugar. Durante los 71 años que anduvo entre los vivos no se le conoce más que un delito: no haber vencido a las parcas cuando decidieron arrebatarlo.

Don Matías, así fue siempre conocido entre sus alumnos, en 1970, fecha en que nació su primer hijo de los tres que tuvo, Ricardo, residía en Madrid, ya como profesor. En octubre de 1972 llegó al Inem Aguilar y Eslava, sección delegada de Fernán Núñez. Desde aquellos primeros meses, quizá días, ya vieron en él al profesor -de algo más que- de Griego.

De don Matías tendría para llenar un carro, cual si de gavillas se tratase, con sus anécdotas. Como cuando decidió que recibiéramos al entonces Ministro de Educación, José Luis Villar, en su visita al instituto en el curso 1972/73, con un bienvenido Sr. Ministro, utilizando el alfabeto griego, y sentencias, siempre sui generis del tipo: «vete a la calle y cuando se te termine la risa vuelves», o «ya te has acabado de pervertir».

Fue un pedagogo excepcional, en la línea de Francisco Giner de los Ríos, pues siempre tuvo entre sus máximas de clase Discutir, como en Grecia, los problemas fundamentales del ser y consiguió encontrar y representar en el maestro un guía en el trabajo y hasta en los discípulos, una familia. Profundo, llenaba cuanto ambiente en el que respiraba e insufló en su alumnado un espíritu crítico y responsable, como insigne magister virtutum.

Este profesor de Griego fue PNN y Catedrático a partir de 1979. Pasó por los institutos de Fernán Núñez, Blas Infante y Medina Azahara, en el que se jubiló durante el curso 2008/09. Fue jefe de estudios insustituible, cazado al vuelo para el cargo allí donde llegaba, y director en el IES Blas Infante. Pero siempre se le recordará en dos grandes momentos: el 30 de mayo del 2003, cuando se le otorgó la Insignia de Oro del IES Francisco de los Ríos, y el 20 de marzo del 2010, día en que los antiguos alumnos del instituto homenajearon a sus profesores. Allí estaba Don Matías. Excepcional profesor, carisma y huella; todo en grado infinito. Su estela sigue reluciente, llama docente y humana siempre viva entre tus miles de alumnos, cientos de ellos docentes que hasta el final de nuestros días lo recordaremos con un «¡Don Matías, como era!». ¿Verdad: Aurora, Rafael, Fernando, Juanlu, Manolo, Alfonso, Elvira, Mª Pilar...?

Además, Matías Dominguez no debió nunca preguntarse si fue clásico o romántico, como hiciera un buen antecesor suyo, Antonio Machado, porque no solo fue tal sino también renacentista en pleno siglo XX y cuanto Caronte le permitió alcanzar del XXI: se doctoró en Filología Clásica; publicó su estudio sobre las etimologías del Diccionario de términos mineralógicos y cristalográficos de Carlos Díaz G.-Mauriño, con sugerentes explicaciones sobre el origen grecolatino de cada término y su significado real en la ciencia; consiguió el título superior de Alemán en la Escuela de Idiomas; se perfeccionó en Griego Moderno; para que no quedara resquicio sin rellenar en su talante renacentista, dedicaba gran parte de su tiempo al noble arte de Apeles. Así estuvo hasta sus últimos días tratando de enriquecer las ya apreciables cualidades de su personalidad.