El suelo es un recurso fundamental para nuestra supervivencia. Supone una fuente muy importante de alimento, por los cultivos que en el se desarrollan, pero también porque nuestra vida gira entorno a la disposición del territorio.

El profesor de Ingeniería Hidráulica de la Escuela de Agrónomos y Montes de la Universidad de Córdoba, Juan Vicente Giráldez, estudia junto a su grupo de investigación, el arrastre de partículas del suelo, también conocido como erosión y la influencia de este proceso en los problemas del relieve. El investigador explica que "queremos saber con qué velocidad se pierde el suelo pero es muy difícil medir la erosión por la variabilidad del terreno".

El problema del agua

El suelo se pierde muy rápido, sobre todo cuando llueve de forma intensa, porque el terreno no tiene ningún tipo de protección. Giráldez señala que la erosión se produce por varios motivos "porque la lluvia genera escorrentía que arranca y arrastra las partículas del suelo. En otras ocasiones el viento puede ejercer el mismo efecto, la erosión eólica. Muchas veces al labrar se contribuye también a la erosión de forma directa".

De las posibles causas que conducen a este fenómeno, la más importante es la provocada por el agua y la principal medida que permite proteger el suelo es la conservación de la vegetación, porque ésta reduce el impacto de la gota de lluvia e interrumpe el flujo del agua. Además, aunque las malas hierbas pueden mermar la producción de las plantas cultivadas, Juan Vicente Giráldez señala que también "protegen al suelo que las sustenta". Para evitar los efectos nocivos para la agricultura es aconsejable que "se mantengan las malas hierbas en la estación de lluvias (otoño e invierno) y se eliminen después para que no compitan con las plantas cultivadas en primavera y verano", como es conocido por muchos agricultores.

Los daños que provoca la erosión se debe en gran parte a la explotación del suelo por la agricultura, por lo que es necesario una labor de concienciación en toda la sociedad que mitigue estos daños y prevenga catástrofes ambientales. Estudios como el de este equipo cordobés pueden aportar luz para conocer el fenómeno y evitarlo.

Efectos devastadores

La erosión afecta a todo tipo de cultivos y la devastación de los mismos por los efectos de los incendios incontrolados pueden aumentar la pérdida y el deterioro del suelo. Según el profesor de la UCO, "la pérdida de suelo por la intervención humana ha superado la erosión geológica provocada a lo largo de la historia de la tierra".

Las consecuencias derivadas de este proceso son la pérdida de un recurso para producir alimentos y la contaminación de la partes bajas de las cuencas, por la acumulación de los sedimentos. Por ello, en muchas ocasiones los ríos se convierten en auténticos depósitos de barro. Juan Vicente Giráldez apunta un problema aún mayor: la contaminación por la "dispersión de sustancias agroquímicas como fertilizantes y fitosanitarios que son desplazados por la erosión junto con las partículas de suelo y que al depositarse en cauces y embalses reducen la calidad del agua, a veces, de consumo humano".

Desaparición

Los expertos señalan que se podría tolerar una pérdida de suelo de unas 12 toneladas por hectárea y año, lo que equivale a un espesor de 1 milímetro. "Si la velocidad de formación del suelo coincidiera con la velocidad de pérdida no habría ningún problema, sin embargo este segundo proceso es mucho más lento", subraya el experto. Las consecuencias se están notando ya en muchas partes del planeta, sobre todo en las zonas de sierra, donde el suelo es poco profundo.