Hace ya diez años que este colegio ubicado en la Urbanización Azahara dispone de un huerto que, a día de hoy, se ha vuelto imprescindible en el proceso de aprendizaje de todo el alumnado. «La formación parte del interés del individuo por resolver problemas», explica Miguel Ángel Cantarero, maestro y alma máter de este proyecto. Todo surgió cuando, a su llegada al centro, vio un terreno baldío en el patio del mismo y decidió convertirlo en un huerto escolar. Ha sido un trabajo de colaboración entre profesorado, alumnado y padres. Comenzaron usando un par de regaderas y actualmente se dispone de un sistema de riego por goteo programado, una motoazada, una desbrozadora, una compostera y una cámara frigorífica antigua que usan a modo de almacén de herramientas y útiles del huerto. Los 5 naranjos del principio son ahora 14 tipos diferentes de árboles frutales, además de un variado número de hortalizas, trigo y garbanzos. A todo esto se suma un pequeño invernadero en el que el alumnado observa el desarrollo y germinación de las semillas que, posteriormente, trasladan al huerto para su siembra. Los productos obtenidos se reparten por las clases y los padres elaboran recetas. Según Cantarero, «desde aquí surgen muchos puntos de interés que sirven de motivo para abordar objetivos conceptuales, actitudinales y procedimentales».

Y es que el huerto se usa como marco de referencia para trabajar algunas áreas curriculares. En él se llevan a cabo multitud de actividades que van desde la medida de longitudes, el cáculo de áreas o el peso de las cosechas hasta la realización de gráficas semanales de crecimiento. De igual manera, se trabajan fichas que giran en torno a los distintos productos cultivados o temas relacionados con el huerto. Con ello se pretende hacer un aprendizaje significativo, práctico y divertido.