Las relaciones interpersonales y sociales de los niños y adolescentes actuales generan continuamente multitud de problemas y críticas de los adultos, los padres y los docentes que se relacionan con ellos. Son frecuentes los comentarios personales y las noticias en los medios de comunicación sobre los problemas de desobediencia, falta de respeto, conductas de oposición o agresivas que los niños y adolescentes realizan en el medio familiar, escolar o social.

El periodo crítico de esta problemática se alcanza en el tercer ciclo de Primaria y en la ESO, etapas escolares que se corresponden con los ciclos vitales de la pubertad y de la adolescencia, y en los que la personalidad está inmersa en un proceso de crisis de identificación, hasta que se concreta y se hace singular y autónoma. Entre los diez y los dieciséis años los niños y adolescentes hacen su "travesía del desierto" hacia la formación de su propia personalidad. Este periodo se caracteriza por la inestabilidad emocional, la inmadurez en las habilidades sociales y la influencia de la cultura, de los valores y de la cosmovisión de su tiempo. La superación de la crisis de identidad, autonomía y personalidad está en función del carácter personal y del medio familiar y social del niño.

Los efectos de la inmadurez personal se ponen de manifiesto cuando los niños y los adolescentes se relacionan con los demás y ponen en práctica sus habilidades sociales. Es en el ejercicio de estas destrezas cuando se generan los conflictos con los padres, los adultos, los docentes y los compañeros, pues toda relación social requiere del dominio de las destrezas y habilidades sociales que permitan la interacción en el medio social de forma autónoma y satisfactoria, la adaptación al contexto familiar, social y escolar y la resolución adecuada de los conflictos interpersonales o grupales. Entre las habilidades sociales o destrezas de la inteligencia interpersonal que los niños y adolescentes desarrollan y aprenden durante su proceso de maduración personal, destacan los siguientes grupos: habilidades de diálogo (hablar, conversar, debatir); de interacción personal (saludar, implicarse, compartir); habilidades de expresión emocional (manifestar adecuadamente la asertividad y la contrariedad, autocontrol emocional y expresión de sentimientos); habilidades de resolución de conflictos (diálogo, empatía, negociación y mediación) y de pensamiento, razonamiento y juicio moral.

El aprendizaje de las destrezas sociales se inicia con el apego afectivo entre la madre y el recién nacido y se desarrolla a lo largo del ciclo vital, culminando con las destrezas y estrategias de la competencia social y ciudadana. Lo que implica que es en la familia, en el colegio y en el instituto donde se deben enseñar y poner en práctica estas habilidades de forma transversal, sistemática y continua; siguiendo las estrategias metodológicas de diálogo, reflexión, empatía, razonamiento moral e implicación de los niños y adolescentes en sus propios procesos de adquisición de las habilidades sociales y de las destrezas de convivencia social.

La educación y la enseñanza de las habilidades sociales son eficientes cuando las personas que interactúan, padres-hijos o docentes-alumnos, poseen las destrezas sociales que permiten una relación empática, cordial y compartida y mitigan la "brecha generacional" entre los adultos y los niños y adolescentes actuales. La formación de los docentes y de los padres debe incluir programas para el desarrollo de las habilidades sociales, de las estrategias de resolución de conflictos sociopersonales y de los fundamentos del razonamiento moral.