Actualmente, los padres no parecen preocuparse mucho por enseñar a sus hijos buenos modales e incluso respeto hacia los adultos. Para algunos, se trata de aspectos que limitan la libertad de los niños, aunque realmente producen un efecto profundo en su posterior éxito social. No se trata se hacer de los niños unos modelos que actúen presionados, sino que adopten ciertas conductas de manera natural, sin perder la espontaneidad propia de su edad. Un niño que saluda con cortesía, es respetuoso con sus padres y profesores y amable con sus compañeros y amigos, tiene más posibilidades de desempeñarse socialmente que un niño que no contesta saludos y hace pataletas cuando no es el centro de atención. Actualmente, los padres no parecen preocuparse mucho por enseñar a sus hijos buenos modales, si bien la forma más efectiva de enseñar a los niños a comportarse de forma cortés es que los propios padres eleven la medida de su expectativas respecto a los modales de sus hijos, no tolerando de ninguna manera una conducta grosera. Un primer paso es observar a los hijos, inclusive solicitar a otras personas de su entorno que comenten cómo perciben sus modales, empezando por aspectos como: si es puntual, amable, tiene buenos modales en la mesa, no interrumpe a los demás, y dice por favor y gracias. Asimismo, si el niño es paciente, realiza gestos de cortesía o muestra preocupación e interés por los demás. En base a estas expectativas, los padres pueden establecer ciertas normas de conducta para sus hijos, preocupándose porque las adopten de manera progresiva y natural. Una vez que los niños toman conciencia y disfrutan de los beneficios de tener conductas adecuadas, serán ellos mismos quienes establezcan las medidas de sus expectativas y se propongan metas al respecto.