La guerra comercial de las lavadoras y de las placas solares que Donald Trump ha lanzado es la plasmación del proteccionismo que el presidente estadounidense ha defendido desde la campaña electoral. Con el anuncio de que EEUU impondrá un arancel del 30% a las placas solares importadas y del 20% a las importaciones de grandes lavadoras residenciales, la Casa Blanca aplica su lema de América, primero justo al inicio de la sexta ronda de renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Los principales perjudicados por la decisión de la Casa Blanca son China y Corea del Sur, que ya han anunciado respuesta. La administración Trump argumenta que la decisión viene motivada por la petición de empresas estadounidenses que culpan a sus competidoras asiáticas de prácticas desleales. Aunque sea cierto, establecer un arancel a todos los productos importados (México, por ejemplo, sufrirá la tasa por las placas solares) es proteccionismo clásico que, en última instancia, acaban pagando los consumidores con precios más altos. Este tipo de políticas han demostrado ser contraproducentes para la economía (si se desincentiva el consumo por un aumento de precios, lo pagan otras empresas), por no hablar del bloqueo de la economía mundial que supondría este muro. A las malas prácticas comerciales no se le puede responder con proteccionismo ni populismo. Eso es tan solo una receta hacia el empobrecimiento.