El nuevo caso de violencia machista registrado en Elda, y que viene a sumarse a la larga lista que en este año supera ya la treintena de víctimas mortales, tiene unas características especiales que convierten el drama desgraciadamente habitual en una tragedia que nos aboca a reflexionar sobre las medidas que deben tomarse para evitar más agresiones. El hombre que disparó a su excompañera en la localidad alicantina, ante el hijo de ambos, de 3 años, en las inmediaciones de la escuela, tenía ya suficientes antecedentes como para ser considerado de alta peligrosidad. Fue sentenciado en el 2016 por un delito de lesiones y hace solo una semana fue detenido por amenazas a la víctima y por quebrantamiento de las medidas cautelares de alejamiento. En libertad provisional, a la espera de la vista que debía celebrarse ayer, cometió mientras tanto el delito de asesinato en grado de tentativa, una acusación que será archivada después de su suicidio y del fallecimiento, ayer, de su víctima.

La concatenación de los hechos y la gravedad de los mismos, con la presencia impactante como testigo del menor, nos obligan a replantear las medidas que se ponen en marcha para evitar ataques como este. Aun activando todas las alarmas, la Administración ha sido incapaz de hacer frente a sus responsabilidades y no ha podido proteger a la víctima. Más allá de los lamentos y de las protestas, urge actuar con decisión, con una prevención activa, legal y eficiente, para frenar el aumento constante y pertinaz de un drama que nos atañe a todos. Precisamente este mes de noviembre, ante la conmemoración el próximo día 25 del Día Internacional contra la Violencia de Género, se multiplican los debates y los actos reivindicativos, con una especial atención a los menores, víctimas siempre directas (física o moralmente) de estas acciones que, lejos de reducirse en una sociedad supuestamente avanzada, siguen su incremento. El Pacto de Estado contra la Violencia de Género, al que dio via libre el Congreso de los Diputados en septiembre pasado, debe dotarse de contenido y presupuesto para contribuir con eficacia a la lucha contra esta lacra.

Parece que en materia de violencia de género está todo dicho, pero no es cierto. Queda mucho esfuerzo por hacer, mucha educación que ofrecer a los jóvenes para que no acepten los conceptos de patriarcado y de cosificación de la mujer que llevan, a través de muchos grados de maltrato --todos ellos dolorosos y que dejan graves secuelas aunque no impliquen violencia física-- a la anulación de la mujer y, en las situaciones extremas, al asesinato. La labor educativa es importante, vistas las cifras alarmantes de jóvenes sometidas a control, malos tratos y, finalmente, a agresiones. Y los recursos destinados a proteger a las mujeres y a ayudarlas a rehacer sus vidas son claves. Como lo es un comportamiento de claro rechazo social al machismo.