Cuando Facebook implantó el sistema de retransmisiones en vivo (el Facebook Live) se empezaron a producir escalofriantes casos de suicidios en directo. Asimismo, el lamentable asunto de la Ballena Azul (un camino de pruebas que desembocaban también en el suicidio) tuvo a Facebook como canal de transmisión. En parte por estas circunstancias y en parte por la toma de conciencia ante la transcendencia de las acciones publicitadas en la red, la compañía pone en marcha un sistema de detección proactiva que, a través de la inteligencia artificial (IA), intentará evitar casos similares cuando el algoritmo de Facebook detecte que hay un peligro evidente de quitarse la vida. La nueva tecnología (que ya está en marcha en Estados Unidos) implica también un numeroso equipo humano que ayudará al suicida en potencia en cuanto los patrones de actividad detecten una alarma. Europa se queda al margen del programa por los reglamentos de carácter restrictivo en relación a la privacidad, lo cual nos indica otra manera de afrontar la noticia. ¿Hasta qué punto el desarrollo cada día más intenso de la IA afectará a nuestra vida cotidiana? Más allá del noble deseo humanitario, plausible, conviene plantearse también hasta dónde podrá llegar la interferencia en las decisiones individuales y en la libertad de cada uno para tomar sus propias iniciativas, observados por un Gran Hermano que vela por nosotros.