Los náufragos recogidos por el ‘Aquarius’ serán repartidos entre varios países, España incluida, en una decisión conjunta sin precedentes. Una grieta en la Europa fortaleza que las voces de la insolidaridad quieren levantar. Pedro Sánchez llevaba buscando una solución coordinada y humanitaria desde aquel 11 de junio en el que anunció que España acogería a 629 náufragos rescatados por el ‘Aquarius’. Como ahora, Italia y Malta, incumpliendo las obligaciones internacionales, se negaron a abrir sus puertos a la nave. Los migrantes esperaban con angustia una respuesta de Europa. Y la respuesta llegó de España. El Gobierno de Sánchez quiso romper con la actitud de mirar hacia otro lado. Expresaba que el problema era de toda Europa y no exclusivamente de los países receptores de inmigrantes. Su gesto humanitario se trasladó al Consejo Europeo, que cerró un acuerdo de mínimos. Desde entonces, Sánchez ha seguido trabando alianzas (como con Merkel el pasado fin de semana) para revertir una tendencia que pone en riesgo los valores europeos y, con ellos, el propio concepto de Europa. El problema es urgente. No tanto por la llegada de inmigrantes como por la utilización que la ultraderecha y otras formaciones conservadoras hacen de la inmigración, agitando el miedo y la xenofobia. Este acuerdo es solo un primer paso, pero es relevante, ya que revierte una tendencia que parecía inamovible. Sánchez llegó a la presidencia decidido a convertirse en un agente activo de la UE y un defensor de sus valores. Por ahora ha logrado que sus tesis hayan sido escuchadas e implementadas. España ha salido de su letargo en Europa.