La reestructuración, firmada ayer, de la deuda que Venezuela tiene con Rusia no es más que un parche a una economía y unas finanzas públicas llenas de reventones. Permite ganar algún tiempo, pero el país tiene una deuda externa de 150.000 millones de dólares, hay un impago de 200 millones correspondientes a intereses y la posibilidad de una quiebra total es real pese al negacionismo del presidente Nicolás Maduro. Venezuela, país de monocultivo petrolero, ha sufrido la caída del precio del barril, igual que todos los países exportadores de petróleo. Pero se produce otro fenómeno, este propio, y es el desplome de la producción de crudo debido a la falta de inversión en las instalaciones y a la incapacidad de gestión. Su régimen político autoritario, populista y corrupto sigue empeñado en regalar los beneficios del petróleo para asegurarse el apoyo de los sectores chavistas de la población antes que invertir en la creación de una industria que permitiría la diversificación y la creación de empleo. Con el país dividido por una gravísima crisis política que se suma a la económica, Venezuela se aproxima cada vez más al abismo.