La industria del automóvil española ha encendido varios avisos de alerta. El más inmediato se debe a la evolución de la producción en las fábricas de vehículos situadas en España, que acabarán este año con un descenso de la actividad del 3,9%, según las previsiones de la Asociación de Fabricantes (Anfac).

El descenso previsto supone que España encabezará las caídas en los principales países competidores europeos en la industria de automoción. Alemania, el primer productor de Europa, cerrará el ejercicio con un retroceso del 3,2%, seguida del Reino Unido (-2,7%) y Francia (-2.7%). En cambio, Italia producirá un 7,9% más de vehículos.

«Este año no vamos a cumplir nuestro objetivo de producción. Creíamos que en el 2017 estaríamos en tres millones de vehículos producidos en España. La realidad es que no lo cumpliremos», reconoció ayer el vicepresidente de Anfac, Mario Armero, en su intervención ante directivos del sector presentes en el encuentro anual de la escuela de negocios IESE de Barcelona. El ambicioso plan que se marcó Anfac se quedará finalmente alrededor de los 2,8 millones de vehículos ensamblados en España. En el periodo de enero a septiembre, la producción de vehículos en España cayó casi un 4% y se situó en 2,1 millones de unidades.

Armero añadió que «no es una buena noticia pero tampoco hay que rasgarse en exceso las vestiduras». «Lo vemos como un año de impasse -indicó el vicepresidente de Anfac- para trasladar el compromiso al año que viene. Tiene que servir como llamada de atención para ver cuál es la agenda de trabajo que tenemos que enfocar. Qué debemos hacer para remontar la producción». El directivo recordó que las factorías españolas sumarán 10 modelos en los próximos años a los 43 que ya se encuentran en producción en las líneas de montaje.

Transición / El parón provocado por el cambio de modelos durante este año en algunas factorías también ha influido en los datos globales, aunque no se trata de una tendencia generalizada. Por ejemplo, la producción en la planta de Seat en Barcelona cerrará el año con un aumento de 6.600 unidades, con lo que llegará a 456.070 vehículos. Y la de Opel en Zaragoza prevé superar los 400.000 coches frente a los 360.000 del ejercicio anterior.

Otro de los riesgos para la industria identificados por Anfac consiste en la transición hacia una nueva movilidad con el fin de reducir las emisiones de gases. Armero planteó la necesidad de que se produzca una «transición rentable, socialmente ordenada, en fabricación y concesionarios y que permita a España tener ambición» en el sector. Aunque elogió el nuevo plan Movalt de ayuda al coche eléctrico, advirtió de que hay que acompasar esa transición y evitar precipitaciones porque los motores de gasolina y diésel eficientes siguen siendo necesarios para reducir las emisiones ya que en el 2030 supondrán todavía el 50% de las ventas.

En un sentido similar se pronunció el presidente de la patronal de concesionarios Faconauto, Gerardo Pérez, que reclamó a las administraciones más atención «a lo que da de comer hoy en día» a la red comercial, que son los vehículos de gasolina y gasóleo. «La demonización de diésel y gasolina es perjudicial para la fabricación y distribución de vehículos. Hay muchos clientes interesados en la nueva tecnología pero otros no por varios motivos», destacó.

Aunque el sector no tira la toalla en su petición de nuevas ayudas similares a las del plan PIVE, propone un plan B al Gobierno mediante una reforma de la fiscalidad que tenga en cuenta nuevos criterios como las emisiones de óxido de nitrógeno que provoca el diésel y el poder adquisitivo de los compradores, además del CO2.