Es 20 de mayo? Pues quizá no sea suficiente como para descorchar una botella de cava, pero es el día en el que ha saldado sus deudas con las haciendas estatal, autonómica y local, lo que los economistas liberales denominan el día libre de impuestos, día de la liberación fiscal o tax freedom day.

En este 2018, la jornada es hoy, domingo, dos días después en comparación con el año pasado, en plena campaña de la renta 2017, según se desprende de la presión fiscal prevista por el Ministerio de Hacienda para este ejercicio. Los ingresos públicos crecen a mayor ritmo que la economía y, por eso, aumenta su peso. El cálculo para este año se ha realizado con las estimaciones hechas por el Gobierno en el programa de estabilidad remitido a Bruselas, que relaciona los ingresos totales del Estado con el PIB, es decir, la parte de la tarta de la riqueza total que se genera en el país en un año que se lleva el sector público.

Otra forma de calcularlo consiste en tener en cuenta solo los ingresos tributarios, con lo que la proporción se reduce. En todo caso, a partir de los datos del Ejecutivo, durante los primeros 140 días de este ejercicio hemos trabajado para pagar al fisco; el resto, en teoría, son días que quedan libres para otros menesteres.

Sin embargo, todavía faltan un total de nueve días, hasta el 29 de este mes, para que el Gobierno haya gastado todo lo que tiene previsto para el 2018 (otra forma de representar con días el peso del gasto público en la economía). Este periodo se acorta hasta abril si se contabiliza solo el gasto social, es decir, aquel que va destinado a ámbitos como la salud, la educación y la dependencia. La diferencia entre los días que dedicamos a pagar al Estado y el periodo en el que este cubre sus gastos es el déficit, es decir, el desfase entre los gastos y los ingresos.

En una familia, estos números rojos se cubrirían con créditos y préstamos o llevarían a la asfixia financiera. A nivel público, este diferencial se cubre mediante la emisión de deuda, unos papeles que convierten a quienes los adquieren a cambio de un interés en prestamistas y acreedores de las administraciones públicas. En las etapas de más crisis, la recaudación suele desplomarse, con lo que baja la presión fiscal y aumenta la porción de la tarta que se destina al gasto público. En España, a pesar de la recesión, a partir del 2012, con la subida aplicada en el IRPF con la llegada del PP al Gobierno y las posteriores alzas del IVA, la presión fiscal aumentó hasta empezar a bajar partir del 2016 con la reforma