Si la economía española fuera un coche, ahora mismo el conductor tendría un pie en el embrague y una mano en la palanca de marchas, gestionando un cambio de velocidad. Varios indicadores macroeconómicos muestran que, sin perspectiva de retroceder como en los años posteriores al estallido de la crisis económica, sí está desacelerando. “Hemos entrado en una fase de cambio de fase del ciclo económico”, afirma la economista de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas), María Jesús Fernández.

Los datos de la Encuesta de Contabilidad Nacional, publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), han sido la última señal de alerta encendida en dicha dirección. Estos rebajaron una décima la cifra confirmada de crecimiento del PIB del 2017, del 3,1% al 3%. “Un crecimiento por encima del 3% no era sostenible en el tiempo. No es positivo, pero tampoco inesperado”, afirma el catedrático de economía financiera y contabilidad de la Universitat Pompeu Fabra, Oriol Amat. En esta línea, las previsiones de crecimiento del Gobierno para el 2018 son del 2,7% del PIB para este 2018 y del 2,4% para el 2019.

El inicio de septiembre dejó un par de estadísticas que abrieron el debate sobre la desaceleración. La primera fue la de turismo, con la peor caída en ocho años en la llegada de turistas. El mes de julio cerró con 9,98 millones de turistas internacionales arribados a España, lo que supone un descenso del 4,9% respecto del mismo mes del 2017.

Amat explica este descenso a través de dos factores. Por un lado, la saturación de ciertos puntos turísticos, tras años paulatinos de aumentos. Por el otro, la recuperación de mercados competidores del norte de África, como Marruecos, Túnez o Egipto, tras la inestabilidad política dejada por los diferentes episodios de las primaveras árabes. A los que se suman el progresivo auge de otros como Croacia o Turquía.

La caída conocida en julio “se está salvando por el aumento del gasto medio por turista, que es hacia donde debería evolucionar el sector turístico español si quiere seguir creciendo”, opina el catedrático de la UPF. Ello pasaría, entre otros, por un aumento de los salarios en el sector de la hostelería para avanzar hacia un modelo de “calidad y no de cantidad, como hasta ahora”, afirma Amat. El sueldo medio en la hostelería fue en el 2017, según la Encuesta Anual de Coste Laboral, de 13.688 euros anuales, mientras el sueldo medio se situó en 22.806 euros.

MENOS CONSUMO, MENOS VENTAS Y CRECIENTE TENSIÓN INTERNACIONAL

El mayor aumento del paro en agosto desde el 2011 y el mayor descenso en cotizantes desde el 2008 fueron las otras dos grandes notas negativas del inicio de curso. La ministra de Economía, Nadia Calviño, el mismo día de conocerse los datos del paro de agosto reconoció “moderación”, pero pidió no sacar “conclusiones apresuradas” y este lunes el presidente de la CEOE, Juan Rosell, calificó las señales de “no alarmantes”. No obstante, otros indicadores, conocidos entre los economistas como “indicadores anticipados”, también apuntan en dicha línea.

Uno de estos indicadores anticipados son el volumen de ventas del comercio minorista. Estas acumularon en julio, últimos datos disponibles del INE, siete meses seguidos de desaceleración. Si comenzaron el año creciendo en enero al 2,4%, cerraron en julio con una variación del 0,9%. Las ventas en grandes superficie, por su parte, en julio registraron un crecimiento acumulado del 0%, es decir, este 2018 están estancadas. Otro indicador, el consumo de los hogares, también ha experimentado un retroceso, ya que en los datos confirmados del 2017 fue del 2,2% (dos décimas menos de lo previsto), frente al 3,5% a precios constantes del año anterior.

Estas señales internas conviven con un contexto internacional con varios frentes abiertos de potencial inestabilidad, que pueden agravar la desaceleración del crecimiento español. El profesor de banca y mercados de Esade y la URL, Juan Ignacio Sanz, destaca tres concretos: el ya anunciado incremento de los tipos de interés por parte del Banco Central Europeo, el viraje proteccionista del presidente de EE.UU. Donald Trump, y las inversiones de la banca en divisas extranjeras, como en la lira turca o el peso argentino. No obstante, los múltiples actores, la interconectividad de la economía y su alta volatilidad hacen que “las estimaciones a medio plazo no llegan a los tres meses”, concluye Sanz.