Amir Taaki es uno de los padres reconocidos del bitcóin, un programador que refinó el código de la famosa criptomoneda que creó el misterioso Satoshi Nakamoto para hacerlo accesible y comenzó Dark Wallet, uno de los proyectos de software libre en torno a ella.

Británico, de madre escocesa y padre iraní, cumple esta próxima semana 30 años. Comenzó como autodidacta programando videojuegos y de ahí saltó a las criptomonedas. Ha vivido como okupa en Barcelona bastante tiempo -ahora está en la cooperativa Aurea Social- y ha luchado contra el ISIS en Siria, en Rojava, con los kurdos y el PKK, por lo que el Gobierno británico le impuso 10 meses en arresto domiciliario a su vuelta, hasta el pasado verano.

Ahora ha regresado a Barcelona -"el lugar más próximo a mis valores políticos", dice- en busca de movimientos sociales que apoyen su proyecto de contribuir a un mundo mejor.

Su apuesta ideológica se aleja ahora de su anarquismo inicial y pasa por las ideas de Abdulá Ocalan, el líder del PKK condenado a cadena perpetua en Turquía, y su confederalismo democrático. "Planeamos extendernos globalmente y para ello el mejor lugar es desde Europa", señala.

Tras evaluar y descartar Grecia, en Barcelona busca aliados para crear una 'academia' de programadores que combinen la habilidad tecnológica con las ganas de mejorar el mundo. La piensa presentar el próximo día 8 en un Meetup al que ya hay más de un centenar de personas apuntadas y que se anuncia con la foto de Taaki vestido de guerrillero.

TECNÓLOGOS CON IDEALES

"Los hackers se han convertido en parte del sistema, no tienen influencia ni poder. Y la tecnología ha de servir para mejorar la vida de las personas", sostiene. A su juicio, el bitcóin era una oportunidad para liberar a la gente de "pasarse la vida en trabajos sin sentido para ganar dinero que producen bancos centrales", y volverle a dar el poder de producir riqueza. "Pero ha pasado como con los móviles o los ordenadores personales, que fueron desarrollados por grupos de 'hackers' en sus casas y que ahora están controlados por grupos industriales", indica.

Su idea al popularizar el bitcóin era dotar de riqueza a los "hackers con sentido político", no a criminales o especuladores, afirma, y arremete contra quienes pretenden estafar o producir ('minar') en plan industrial criptomonedas. "El bitcóin se puede usar para cambiar la sociedad", afirma. "Hay una nueva clase de gente que ha llegado a ser rica. Tecnólogos, idealistas, desconfiados de la centralización de la información, que creen en la libertad de la información y que pueden ser una fuerza política importante", considera.

Según explica, los auténticos promotores del bitcóin no han vendido las criptomonedas para comprarse coches de lujo, pero admite que está intentando "convencerles para que hagan cosas importantes". Un reto es poner freno a la inteligencia artificial y al auge de las redes sociales, que, avisa, "pueden dar lugar a algo totalitario donde las personas sean presas del sistema. Hablamos de vehículos que te llevarán y controlarán por dónde vas, quieren quitarnos la libertad de decidir", opina, antes de apelar a distopías como 1984, de George Orwell, Un mundo feliz, de Aldoux Huxley, o, incluso, la película Wall-e y sus gordos humanos que ya no se mueven. Es un 'millenial'.