Para estar tan bregado en el zafarrancho tuitero, Donald Trump ha demostrado tener la piel muy fina. Por lo menos eso se desprende de que haya decidido bloquear a la cuenta del escritor Stephen King, que hoy ha lamentado no poder seguir leyendo los desahogos nocturnos de Trump.

Aunque, al parecer, a King no es el único al que le ha sucedido.

Tras la queja de King, su colega J. K. Rowling ha confesado que ella aún no ha sido bloqueada, y se ha ofrecido a interceder enviando un mensaje directo a Trump. De lo que se debería deducir ¡que Trump sigue a Rowling!

Pero no se trata solo de la pueril reacción de Trump.

Sino de hasta qué punto puede negar un presidente que ha elegido Twitter como vía para comunicarse con sus ciudadanos negar el acceso a la información a algunos de ellos. Hay quien opina, sin embargo, que tratándose de una cuenta privada, esta objeción no procede.

Pero no es tan fácil como recuerda este usuario. Un tribunal ha establecido que la cuenta de Trump, mientras esté en el cargo, es oficial. Y por lo tanto, argumenta, no debería prohibir el acceso a ningún ciudadano de EEUU.

Pero no todo el mundo se lo ha tomado en serio y ha abordado las implicaciones constitucionales del bloqueo de Trump. Por supuesto, esto es Twitter, y el cachondeo se ha desencadenado. Empezando por truculentos personajes de adaptaciones de obras de King que aún lo son más una vez se sustituye su cabeza por la del presidente.

O convirtiendo a Trump en el Pennywise de 'It'.