Se hace difícil escribir nada ante la catarata de sensaciones, todas negativas, que surcan la cabeza tras el enésimo revolcón del Córdoba, esta vez en el campo del Real Valladolid. Porque ya no solo es que perder se haya convertido en una tradición casi semanal de este equipo, sino que cada vez la imagen y las sensaciones son peores. Si en Granada el Córdoba llegó vivo al descanso, ayer en el minuto 35 el duelo estaba sentenciado a favor del rival. De nada sirven las apelaciones a la unión, el demostrar compromiso en una rueda de prensa o el pedir a la afición que mantenga la confianza, si en poco más de media hora se tira por la borda el trabajo de una semana.

En la previa del partido, se preguntaba a Carrión por las claves para mejorar el sistema defensivo, que se había mostrado muy endeble en el arranque liguero. El barcelonés respondía que debían ser un equipo «más fiable, más regular». El problema es que, de momento, la única constante regular en este Córdoba es la de encajar primero, recibir el primer zarpazo del rival, y después de eso, abrirse en canal hasta que van llegando uno tras otro nuevos tantos que matan el partido.

REUNIÓN EN EL PALCO

Con un equipo que recibe más de dos goles por partido de media, y que ha probado con los tres centrales del primer equipo, sin encontrar la solución, la pregunta que cabe hacerse es: ¿Y ahora qué hacemos? Ayer vimos por Twitter, al poco de acabar el partido, la curiosa estampa del máximo accionista, su hijo el presidente, Cándido Cardoso, Álex Gómez y otros directivos del club, reunidos a toda prisa en el palco del José Zorrilla. La pregunta que volaba en el aire era, sin duda, la misma: «¿Qué decisión tomamos para parar la sangría?». Durante la semana, se dio por hecho que en caso de derrota, más si cabe si iba unida a un nuevo naufragio de juego y sensaciones, la cabeza de Carrión acabaría servida en bandeja para gozo de una afición que nunca le apreció. De momento, el barcelonés se salva de ser expuesto en la pica (entiéndase deportiva) una semana más.

SIN CRÉDITO...Y SIN ALTERNATIVA

Perdió el match-ball por goleada, pero el nivel de exigencia de este Córdoba está quedando tan bajo, que aún sin demostrar ninguna capacidad de reacción, seguirá dirigiendo los designios de la plantilla. Unos jugadores que tampoco se salvan de la crítica, porque si poca fue la reacción del entrenador, menos aún de unos futbolistas que, si no fuera por las reiteradas muestras públicas de apoyo a Carrión, diríase que hicieron poco o nada por salvar su cuello. Su actuación fue una cascada de imprecisiones, errores, mal posicionamiento de las líneas, deficiencia en los pases, nula capacidad ofensiva…

El nivel técnico de cada cuál es el que es, y de eso tiene más culpa el que ficha, que es, al final, el responsable de las piezas que se ponen en el tablero. Pero lo mínimo a exigir a jugadores de fútbol profesionales es entrega, corazón, intensidad y, como dijo Javi Lara tras el encuentro, «ser hombres». Porque de nada sirve apoyar delante de un micrófono al técnico si, en 90 minutos en el césped, la implicación brilla por su ausencia. Carrión analizó en la previa que «la mejor forma de que me demuestren su apoyo es en el campo». Que cada cuál juzgue si lo hicieron.

SUENAN LAS ALARMAS

Muy pocos se salvaron del rapapolvo vallisoletano, en una tarde para olvidar, otra más, de una temporada que ha comenzado con unos tintes que llaman al dramatismo al más optimista. Con tan poco que ofrecer al cordobesismo, el próximo domingo le sangrarán los oídos a más de uno. Porque estamos en la jornada 7, esto se puede levantar, pero hay que tener intención y ganas de hacerlo.