El alumno por delante y el profesor por detrás. Enric Mas, 22 años, y Alberto Contador, 34. El que llega -mallorquín, de Artà- y el que se va -madrileño, de Pinto-. Uno no ganó la etapa, qué más da, y el otro solo rompió el hielo de la Vuelta, con un demarraje marca de la casa, de los que sigue ofreciendo para que únicamente Chris Froome, incuestionable, le aguantase la rueda; kilómetros de maravilla, de coraje, de enorme ciclismo. Mas buscaba la victoria y Contador comenzar a eliminar rivales, como avisando que ha iniciado la remontada en la general... hasta el infinito y más allá.

Muy pocos conocen todavía a Mas. Pero las tres letras de su apellido sonarán... y mucho en un futuro inmediato. Porque hay que tener mucha confianza en sí mismo y estar convencido de que por las pedaladas que da a su bici vivirá buena parte del ciclismo español y mundial para afirmar algo así al acabar la etapa. «Estoy aquí para aprender y porque el año que viene quiero hacer algo en una grande».

Contador lo descubrió y lo fichó para su equipo de jóvenes valores, en su fundación y cuando salió a entrenar con él vio tanta clase que se lo llevó a la concentración invernal de Sicilia, cuando militaba en el conjunto Tinkoff, de ingrato recuerdo para el madrileño.

Este año ha sido el del debut de Mas en la primera línea del ciclismo profesional. Y de verdad, desde el primer día no ha pasado inadvertido. Puso al pelotón en alerta, en febrero, en la Vuelta al Algarve, abrió los ojos a muchos en la Vuelta al País Vasco, en abril, y fue el único que aguantó a Mikel Landa en la Vuelta a Burgos, a principios de mes.

«No era mi terreno, porque mi terreno es la montaña y porque me han dicho que me reserve para la segunda y tercera semana de Vuelta». En efecto, a pesar de las subidas a El Oronet y sobre todo al Garbí, los dos paraísos de los cicloturistas valencianos -de hecho es la misma montaña con dos vertientes distintas- Mas es de los que quiere, como Contador, subidas de largo kilometraje.

El chico se perdió el espectáculo del insaciable, combativo, inconformista e irrepetible Contador. Conocía el puerto del Garbí porque tiene un chalet en sus laderas y entrena dos o tres veces al año por la zona. Y sabía de sobras que había una rampa del 20%. Fue ahí cuando surgió el Contador de toda la vida para poner la general patas arriba y para que tan solo Froome aguantase su sed de combate. «Lo tengo difícil, pero voy a luchar porque si no puedo vencer a Froome por lo menos quiero pelear por el podio y porque no me conformo con quedar el décimo. Y porque cuando ataqué sabía que muchos no me iban a seguir. Solo tres o cuatro».

Solo fue Froome, aunque el británico no quiso colaborar porque a él no le van las locuras de atacar a 40 kilómetros de meta. Es más calculador. A él ya le sirvió comprobar que cuando Contador movió el árbol ellos dos se quedaron solos.

En el llano hacia la meta de Sagunto se agruparon todos los favoritos excepto David de la Cruz, que perdió 17 segundos, y Romain Bardet, casi 7 minutos. En el esprint, Tomasz Marcynsky, un corredor polaco que vive en Granada, fue más rápido que Mas. Pero el mallorquín se sintió feliz por su fuga.