Por el rabillo del ojo los miraba. "Cómo vienen estos". Y estos no eran otros que los esprínters, los Alexander Kristoff, John Dagenkolb y Nacer Bouhanni. Demasiada corta la subida bautizada como El Mirador para que los velocistas, los que iban a batir sin ninguna duda a Alejandro Valverde, se quedaran descolgados. Se retrasaban un poco, solo un poco, pero en la bajada hacia la meta volvían a recuperar las posiciones.

Desde su posición, Valverde, vio el salto de Michal Kwiatkowski, última vuelta, la decisiva --como es habitual--, apenas cinco kilómetros de los criminales 258 que tenía el Mundial. "Pero es que había hasta 30 corredores que podían ganarme. Y Kwiatkowski era uno de ellos. Yo no podía saltar a por todos". El estaba pendiente de hacer lo que tenía estipulado. El quería aprovechar el último metro de El Mirador para descolgar a los velocistas. Así tendría oportunidad de volver a luchar por una medalla, como hace desde 11 años, nunca en el centro, nunca con el oro, tercer podio consecutivo, seis metales, lo que ningún corredor ha logrado en toda la historia de esta competición.

Kwiatkovski, 24 años, de la quinta de Nairo Quintana y Peter Sagan, llamado a ser uno de los clasicómanos con más futuro en el pelotón mundial, jugó su suerte. Un oro para Polonia, lo nunca visto, en Ponferrada, donde sonaban otros nombres.

Valverde, por detrás, descolgó a los velocistas ayudado por Joaquim Purito Rodríguez, que lo lanzó hacia lo que ya parecía imposible, capturar al polaco, impulsado hacia el oro. "Poca cosa más se podía hacer en este circuito", protestó Javier Mínguez, el seleccionador español. Ponferrada, en un inicio, quiso un recorrido más duro, porque había más cuesta que la programada. Sin embargo, la Unión Ciclista Internacional (UCI), que es la que manda, decidió suavizarlo para desencanto de Alberto Contador, que se apeó de la carrera, o de Vincenzo Nibali, que no tuvo ni una oportunidad, pese al carácter ofensivo de Italia, que hasta colocó --artimañas de su selección-- a Luca Paolini, ciclista del Katusha, en una moto para dar instrucciones a sus compañeros, algo totalmente prohibido. O Froome, que abandonó.

Valverde estuvo, se le vio y peleó. "El año que viene volveré de nuevo al Mundial y lucharé por el oro. Yo no me rindo". Esta fue su promesa. ¿Lo logrará? Fácil no es. Pero volverá a estar de favorito. Ayer, hoy y siempre.