La actividad por los ‘pinganillos’ era descomunal. Dirigían Eusebio Unzué (mánager) y José Luis Arrieta (director) las operaciones y las coordinaba Alejandro Valverde desde la bicicleta. Se ascendía a La Molina y ya hacía unos pocos kilómetros que Marc Soler, la perla del ciclismo catalán, había hecho añicos el pelotón de la Volta. A Soler le llegaban las órdenes al auricular de la oreja. Y las escuchaba Valverde, al igual que Nairo Quintana, a quien no se le caían los anillos para ayudar al corredor murciano a conseguir en La Molina la victoria que ya logró el año pasado, un triunfo que, además, lo recompensó con el jersey de líder de la ronda catalana, con todo de cara para ganar el domingo la carrera en Barcelona.

A la meta llegó el ciclista murciano con el colombiano Bernal. Dando la sensación de que esprintar en cuesta era como hacerlo en bajada, Valverde se comió a un Bernal que solo pudo disfrutar, sí disfrutar, de pelear a su edad con un Valverde que lo primero que hizo, tras cruzar la línea de meta, fue felicitar al joven talento colombiano. «Estaba todo controlado», dijo Valverde en meta. Queda todo dicho.