Alguien dijo que la fe es de oro, el entusiasmo de plata y el extremismo de plomo. Igual se dijo cuando el fútbol no se había inventado, pero le viene como anillo al dedo. Lógicamente, también a este Córdoba. Hace apenas siete días, y eso no ha cambiado ni siquiera hoy, la fe de los que siguen a este Córdoba (y al anterior y al futuro) vale su peso en ese metal preciado. El entusiasmo, tanto de ellos como de no pocos componentes de los que configuran el Córdoba CF continúa teniendo un brillo argenteado. Así que quien se vaya hoy al punto más alto o más bajo, o al más oriental u occidental, simplemente será un plomizo, plúmbeo... Vamos, un coñazo (permítase la expresión). Eso no quita para que lo que ocurrió anoche en Butarque sirva como lección de aprendizaje, dejarse de extremismos, admitir la enseñanza de lo visto e intentar poner manos a la obra para arreglar lo que aún puede tener corrección. Si no, se caerá en ese extremismo del sostenella y no enmendalla. Porque la disposición de los protagonistas, más allá del resultado (numérico y de imagen) no se puede poner en duda. Pero las dudas, que las hubo y se avisaron de ellas, tras el encuentro contra el Valladolid, se mostraron ayer en Leganés. Y el que no quiera verlas que no lo haga. Pero la realidad está ahí. El conjunto de Oltra (hay que alabar su sinceridad tras el patinazo) no funcionó en Butarque. Y no lo hizo de cabo a rabo, ni atrás ni adelante, ni en consistencia defensiva ni ofensiva... Un equipo muy pobre y, por lo que se ve por ahora, con muy pocas posibilidades de alternativas. Limitado,vamos.

El Córdoba se vio superado casi desde el inicio por el dinamismo y la rapidez de combinación de la línea de atacantes del equipo de Garitano. Eizmendi y Szymanowski producían un buen balance en sus intentos por banda ante Cisma y Dalmau, en la mayoría de los casos superados. Además, tras los primeros minutos, Miramón logró lo que el Leganés buscaba. Ocupar espacios en esa línea de tres cuartos, dificultar el trabajo de Víctor Pérez y, paralelamente, combinar con Sastre, unos metros más adelantado, y también con sus rapidísimos hombres de banda. Así, salvo un espejismo de cinco minutos (del 15 al 20), ese primer acto fue de color pepinero. No era ya el número notable de saques de esquina que logró sacar el Leganés, era la manera en la que los provocaba, esto es, casi siempre eran el mal menor para los cordobesistas. Eizmendi fue uno de los destacados de los suyos, fuera por banda derecha, por dentro o cambiándose con Szymanowski. Nunca pudo solventar el Córdoba ese problema. Bastantes tenía, porque ya a los 20 minutos, Víctor Pérez parecía saturado: de tanto balón, de tanta presión, del poco espacio y tiempo para pensar... Verle dar un balonazo de espaldas, a semejanza de un central al límite de ser superado, fue todo un síntoma para él y para su equipo. Al poco, llegó el primer gol local, consecuencia de la falta de contundencia defensiva y también, hay que decirlo, de la mala suerte. Eizmendi se aprovechó de ambas y cruzó inapelablemente ante Razak.

Apenas tuvo opción el Córdoba a un par de ataques de rabia, a cargo de Markovic y de Nando, amén de la eterna lucha, casi siempre perdida, de Florin Andone con Mantovani.

Pero el encuentro siguió por los mismos derroteros. El conjunto de Garitano se encontraba cómodo. No le hacían ocasiones, conservaba la posesión del balón y casi siempre sabía qué hacer con él. De dentro a afuera y viceversa, los cordobesistas tan solo veían pasar el esférico, reconociendo que iban a una marcha menos y que tan solo la falta de efectividad en el último pase evitaba un marcador más amplio hasta ese momento.

Lo resolvió Borja Lázaro cerca del descanso, aprovechando un centro de Szymanowski que remató en el segundo palo en una posición algo dudosa. Trujillo no atendió las quejas cordobesistas y el Leganés ponía distancia en el electrónico justamente.

El Córdoba se marchaba a vestuarios completamente superado en todas las facetas de juego, muy lejos de ese pasito adelante que se le presuponía. Y la segunda parte fue un quiero y no puedo (Córdoba) y un puedo y no quiero (Leganés). Porque ese segundo acto se quedó en los cinco primeros minutos, con el tercer tanto local (grave desconexión a balón parado) y el golazo de falta directa de Markovic.

El resto, más balón de los visitantes, con un par de sustitos, y menos para los locales, con dos sorpresas que evitaron la goleada escandalosa que, en todo caso, se hubiera producido en la jornada 2 de Liga, en agosto, con todo un mundo por delante. Lo cual no deja de ser positivo para el Córdoba, Oltra y los suyos. Un tropiezo (sonoro, sí, qué más da) a tiempo para poder meditar.