Las nevadas, y más cuando son tan intensas como las de esta semana, producen grandes alegrías a todo el sector del esquí. Pero también implican un gran esfuerzo para transformar el gran volumen de nieve fresca recién caída (el ‘paquete’, según el argot) en capas bien compactadas y uniformes que aseguren el buen estado de las pistas. En este sentido, mientras los aficionados se friegan las manos observando a través de la televisión o de las 'webcams' en directo todo lo que está cayendo, los equipos operativos de las estaciones de esquí se movilizan para trabajar durante horas y horas para dejarlo todo listo, tanto a nivel de seguridad como de preparación de los trazados.

Las grandes nevadas, por suerte, no suelen pillar desprevenidos a los especialistas, que analizan cada día las previsiones meteorológicas y actúan en base a ellas para planificar las acciones que serán necesarias en la estación. En este sentido, en los últimos días ha sido necesario un gran esfuerzo por parte de todo el personal, pero en este caso sí se podría decir que ‘sarna con gusto no pica’. Porque gracias al temporal, la nieve está asegurada prácticamente hasta final de la temporada en todo el Pirineo y augura unos próximos fines de semana espléndidos.

PREVENIR LOS ALUDES

El protocolo que se pone en marcha en una estación de esquí como La Molina ante tales nevadas tiene como primer objetivo la seguridad. “Intentamos abrir la estación por tramos, comenzando por las cotas bajas para luego ir subiendo. Como hay más riesgo de aludes, debemos analizar si es necesario provocar alguna avalancha, lo que nosotros llamamos 'disparar'. Además, incluso antes de la nevada, abrimos los cañones para ir mojando la nieve polvo y lograr así que se vuelva más pesada, de tal manera que el viento no se la puede llevar”, explica Toni Sanmartí, director de la estación de La Cerdanya.

De hecho, el viento es uno de los principales quebraderos de cabeza para los expertos. “Debemos esperar a que pare de soplar para salir con las máquinas de forma segura. Luego nos encontramos con que hay zonas con una gran acumulación de nieve y otras que prácticamente no tienen nada, así que intentamos equilibrar un poco la situación”, añade Enric Barbier, director técnico de Grandvalira-Ensisa.

UNIFORMIZAR EL TERRENO

Para hacer frente a este aspecto colateral del temporal de nieve, en La Molina han activado los cañones de producción de nieve al máximo, aprovechando el frío intenso, cosa que les ha permitido alcanzar la producción récord de la temporada: unos 60.000 metros cúbicos de nieve. “De esta manera podemos uniformizar los trazados y hacer frente a los efectos del viento, repartiendo la nieve por todas las pistas. Para ello, las máquinas pisanieves se encargan de distribuir el volumen por todas las cotas, dejando las pistas totalmente planas”, señala Sanmartí. De hecho, las máquinas efectúan un doble trabajo: una primera pasada para aplanar el terreno y, seis horas después, una segunda pasada para compactar la nieve a la máxima densidad posible. Entre semana se llegan a cerrar algunas pistas para que lleguen al sábado en las mejores condiciones.

Al mismo tiempo que se aseguran las buenas condiciones de los trazados, los equipos de las estaciones deben centrarse en otros aspectos complementarios, aunque igual de importantes. “Debemos trabajar intensamente para preparar los accesos y los aparcamientos e incluso limpiar de nieve los telesillas, ya que el viento la ha repartido por otras partes”, comenta Barbier. Además, Toni Sanmartí añade otra tarea a la lista de cosas que hacer tras una gran nevada: informar a todo el mundo de que, después del trabajo realizado, la estación se encuentra en perfectas condiciones para el esquí. Algo que, si no hay novedades meteorológicas de última hora, será un hecho en todo el Pirineo.