Todo empezó en la pista número 2 del Club Tennis Manacor. Ahí Toni Nadal le tiró las primeras bolas a su sobrino Rafael, cuando apenas tenía tres años. La actitud de aquel renacuajo le sorprendió y el técnico lo recuerda feliz y orgulloso. Nadie podía pensar entonces que ese niño se convertiría en un excepcional campeón, un tenista que acumula títulos, entre ellos 16 Grand Slams, el último ganado hace apenas una semana en el Abierto de Estados Unidos para volver al número 1 mundial. En esa pista comenzó una historia a la que el tío de Rafael Nadal ha puesto fecha de caducidad. Misión cumplida. Siente que es el momento dar un paso al lado. No es una persona nostálgica y así lo muestra cuando posa en esa pista de tierra donde todo comenzó y habla de la aventura vivida desde ese día.

-¿Que recuerdos le trae esta pista? Muchos. Aquí empecé a entrenar y fui el responsable de la escuela de tenis desde que volví de Barcelona. El tenis era mi gran afición y aquí pude ejercer como entrenador.

-¿Aquí comenzó a entrenar a su sobrino? Sí. Entonces pista era de cemento. Aquí pasó de chutar el balón con su padre a pegar raquetazos conmigo. Desde que le vi por primera vez con una raqueta pensé que tenía algo especial. Me sorprendió. A los seis años venía cada día a entrenarse y veía que lo hacía bien, que tenía posibilidades y mi objetivo era que llegase a ser número uno del mundo.

-Una cosa es pensarlo, la otra conseguirlo, ¿no? En la vida creo que hay que valorar la realidad y la ilusión. Una se alimenta de la otra. Siempre estuve ilusionado en que mi sobrino fuese muy bueno y puestos a soñar, ¿por qué no sueñas en lo más alto? Siempre hay que tener la máxima ilusión y creer que uno puede ser bueno.

Toni Nadal contempla las instalaciones de la academai Rafa Nadal. / JORDI COTRINA

-Apostar por eso, a esa edad, parece arriesgado. No. La apuesta arriesgada fue dejar mi trabajo de entrenador en Manacor para dedicarme a mi sobrino. Lo decidí cuando tenía 10 años porque Rafael ya despuntaba y pensaba que era necesario que tuviera un seguimiento exclusivo para acompañarle en los torneos y entrenarle. El riesgo era mío y la ilusión de los dos era competir y ganar torneos.

-De su mano, Nadal se ha convertido en un gran campeón ¿Como ha sido la evolución? Ha ido cambiando con el tiempo, eso es normal. No se puede estar igual durante 30 años. No actúas igual con un chico cuando tiene 10 años que cuando tiene 20 o 30...Cuando Rafael era pequeño yo debía tomar las decisiones de lo que se tenía que hacer, si iba a un torneo o a otro, si entrenábamos dos o tres horas, pero a medida que ha crecido hemos compartido más las cosas, también las decisiones, y hay más gente que interviene.

-Dicen que siempre tiene razón... Yo soy de Manacor y la gente puede pensar: «¿Este hasta dónde está preparado?» Cada uno tiene su criterio. Pero toda mi vida he creído en mí mismo y, aunque no presumo, sí que siento que soy una persona bastante capaz. Entiendo que cada vez participe más gente en el proceso y mi aportación sea menor. Nunca he tenido la pretensión de decidir lo que no me toca decidir. Yo doy mi opinión, pero si no me escuchan es su problema.

-¿Qué es lo que más importante que le ha aportado a Rafael? En su época de formación le di un buen criterio tenístico, lo primero. Después analicé sus características físicas, coordinativas, mentales para aplicar aun sistema de juego que se le adaptara.

-Defínase como entrenador. Soy un entrenador atípico, no me gusta tener una sobreprotección del jugador, pero tampoco que le acompañen 70 personas. No me gusta hacer de un juego algo científico. No me gusta doblar el trabajo, nunca me ha gustado, pero además creo que cuando alguien interviene en un tema que no conoce, normalmente se equivoca.

-¿Qué valora más? Doy el máximo valor a la formación de la persona, a la educación. Eso es fundamental. Luego en la pista el jugador no siempre hace todo lo que quieres. Por ejemplo, a mí no me gusta que Rafael pegue el golpe por arriba, me gusta más como lo hace Federer. De pequeño era una exageración lo que intentaba que cambiara sus golpes, pero luego me decía: «Si no está roto no lo arregles».

-¿Ha tenido dudas? No me obsesiona la forma de hacer las cosas, sé que no hay un solo camino para conseguir los objetivos. Es cierto que a veces, quizá por eso, Rafael ha estado perdido y ha jugado peor y entonces he intentado reconducir la situación.

-¿Qué es lo que considera fundamental para un tenista? Tener una buena técnica, y eso es lo que digo aquí en la academia: primero la técnica, después ya mejoraremos la cabeza o el físico. De hecho, cuando Rafael jugó mal fue porque le fallaban los golpes. Pero tampoco hago demasiada teoría. Mi criterio es la lógica. El tenis no es tan complicado. Hay que adaptar el juego a las características del jugador. No entrenaría igual a Federer o Djokovic.

-Alguna vez habrá tenido disparidad de criterios con Rafael. Claro. Durante años tuve una discusión tenística con él para pedirle que le pegara a la bola más adelante, pero él me decía que la sentía mejor detrás y yo le mostraba vídeos de Federer, de Djokovic, de Verdasco, que pegaban a la bola como le pedía yo. Rafael me decía que [Steffi] Graf lo hacía como él. ¿Y quién tenía razón? Pues Rafael, porque jugando así ganaba. Pero mi criterio no era equivocado tampoco y le insistía que en un futuro debía evolucionar y pegarle más adelante porque era mejor y más fácil. Otro tema es que digas que así te sientes más a gusto.

Toni Nadal, en la pista 2 del Club Tennis Manacor, donde su sobrino empezó a entrenar. / JORDI COTRINA

-¿Evolucionar técnicamente le ha permitido seguir al máximo nivel? La manera de entender el tenis y el deporte de manera pasional y competitiva le ha ayudado a ganar muchos títulos, pero yo siempre le decía que el tenis estaba cambiando, la bola ahora va mucho más rápida y el tenis es ahora una cuestión de potencia de golpes, ya no es una cuestión de estrategia. Rafael también debía mejorar la colocación. El tiene una coordinación extraña y a veces la gente piensa que Rafael no tiene talento, pero tiene mucho porque pegando mal consigue hacer grandes golpes. Durante muchos años con Francis Roig nos decíamos que si hiciera lo que tocaba, no querríamos pensar lo que habría ganado. Pero Rafael entendía el juego de otra manera. La evolución ha llegado por sus problemas físicos, eso le ha obligado a buscar soluciones.

-Las lesiones, el gran problema. Jugar con esos problemas tiene un gran mérito. Tuvimos que cambiar entrenamientos, sistemas de preparación, reducir el tiempo. Pero al final se ha ido saliendo. Rafael me decía muchas veces que estaba cansado de tener dolor y yo le decía que la mayoría de jugadores se cambiarían por él con los ojos cerrados. La adversidad es parte de la vida.

-La pasión es un motor muy importante en la carrera de su sobrino ¿También para usted? No entiendo hacer una cosa sin pasión. Es fundamental pasártelo bien en tu trabajo. Jugar sin pasión tiene poca gracia. No solo para Rafael o cualquier profesional, eso es válido para cualquier niño que se entrene. Si se juega sin pasión, el camino que tendrás es muy corto y además no disfrutarás nunca lo que haces.

-¿La pasión se tiene o se trabaja? Eso se tiene, pero también se trabaja porque aunque la tengas la puedes ir perdiendo. Hay que renovarla y marcarte objetivos elevados, no conformarte. La pasión es necesaria para conseguir cualquier cosa. Si tu eres un tipo agradecido, que es lo que toca en el caso de Rafael, debes mantener esa pasión. Rafael sabe que la vida nos ha tratado mejor de lo que nos merecemos, mejor de lo que podríamos imaginar nunca y eso hay que valorarlo.

-Pues hubo un momento en que parecía que perdía esa pasión. Sí, fue a partir de la final de Australia que pierde contra Wawrinka. Estaba a punto de conseguir su 14º Grand Slam, se sentía capaz de conseguirlo y se lesionó. Es la primera vez que se ve impotente y no puede jugar una final. Después se acumulan los problemas físicos y eso afectó a su mentalidad. Sentía ansiedad cuando jugaba.

-¿Qué le decía en esos momentos? Intentaba que viera lo conseguido. Si su carrera se hubiera acabado en ese momento, le insistía que habría sido mucho mejor de lo que nunca habríamos imaginado. Durante años vivimos con la espada de Damocles de una lesión que podía retirarle. Pensábamos que su carrera duraría hasta los 25 o 26 años por esa lesión en el pie.

-¿Le hacía caso? Bueno, cuando uno tiene problemas escucha poco.

-Y de golpe vino el cambio, la recuperación del juego. Sí. El clic llegó al final del 2015 en un partido con Fognini en el Abierto de EEUU que ganaba por dos sets y acabó perdiendo. Le felicité por esa derrota. Perdió pero compitió hasta el final. Luchó como hacía tiempo no veía. Fue un punto de inflexión. Volvió a entrenar con ganas, con ilusión. Hizo final en Pekín, semifinales en Shanghái, final en Basilea y semifinales en el Masters y, lo mejor, corría menos que los rivales.

-Pero al año siguiente también pasó problemas. Ya jugaba bien, pero quiso hacer un cambio de cordaje . Alguien le dijo que pegaría más fuerte. En el entrenamiento le iba muy bien, pero en el momento de competir no funcionaba. No tenía control. Las bolas se escapaban. Le dije que volviera al antiguo, pero al principio no me hizo caso. Después, en Río de Janeiro, me dio la razón. Volvió al antiguo y todo mejoró. Hizo semifinales de Indian Wells, cayó con Djokovic, ganó Montecarlo, Barcelona... Volvía a coger el hilo, aunque la lesión de la muñeca rompió la progresión.

-Si le dicen hace dos años que Nadal volvería a ganar dos Grand Slams y sería número 1 otra vez, ¿qué habría dicho? Bueno, yo estaba convencido de que volvería a ganar Roland Garros y se lo dije a mi hijo en el 2015, cuando las cosas iban mal. Me lo recordó hace unos días. El año pasado ya habría conseguido ganar si no se hubiera lesionado. Cuando hablo procuro no engañarme. Personalmente pienso que Rafael es el mejor en la tierra, otra cosa es en pista dura, pero una vez Djokovic y Murray desaparecen por sus problemas sé que Rafael sabía que era uno de los máximos favoritos al título en Estados Unidos, contando con Federer, eso sí. Es más, pienso que este último Grand Slam es el que más fácil ha ganado de todos, viendo los rivales que ha tenido y por su gran nivel de juego. Sufrió un poco al principio, pero el único rival complicado de verdad ha sido Del Potro, el resto estaban muy por debajo en la clasificación.

-Y ahora, de nuevo arriba, usted ha decidido dejar de entrenar a Nadal al final de año. ¿No se lo ha replanteado? No, está decidido. Me voy porque tengo ya una edad, 53 años, y quiero estar más cerca de mi familia. Entrenaré en la academia. Haré lo que más me gusta. He sido muy feliz por acompañar a Rafael todo este tiempo. Me siento feliz y orgulloso de lo que ha conseguido y aún conseguirá. Él sabe que seguiré a su lado, pero de otra forma y que me tendrá si me necesita. Con Francis [Roig] y Carlos [Moyà] estará muy bien atendido. Creo que mi aportación ya no es necesaria. Lo tengo claro. En su día dejé un trabajo para entrenar a mi sobrino, acompañarlo, porque pensaba que era un bien para él; ahora entiendo que no me necesita.