Que esto no acaba más que empezar es tan obvio como la igualdad de Segunda o que el fútbol tiene trampas hasta debajo de las alfombras. Pero de aquí a mirar a un lado y tirar hacia adelante porque quedan diez meses de competición cuando aún hay remedio para apuntalar un equipo que lleva desde su génesis dando síntomas de fragilidad para aspirar a una meta tan complicada como un ascenso, simplemente, es meterse otra vez en los mismos problemas del año pasado cuando, a estas alturas, todos, todos o casi la inmensa mayoría advertíamos también de que la plantilla confeccionada era manifiestamente mejorable. El problema es que el límite es 24 horas y

el club no ha mostrado mucha cintura en estos menesteres.