Si el Córdoba tiene problemas, uno de los principales reside en lo psicológico, en la fortaleza mental de un equipo que, como reconoció ayer el mismo Sergi Guardiola en la Cadena Ser podía ser un factor importante.

Lo ocurrido en Sevilla, lejos de ser una fatalidad, fue un aviso claro de la situación de este Córdoba. Con un gol de ventaja en el marcador, obra de Jona, nada más salir del descanso, cinco minutos después fue expulsado Matos. El resultado final del encuentro mostraba un empate en el marcador y una imagen desastrosa, sobre todo porque en muchas fases de ese segundo acto y a pesar de estar en inferioridad numérica, el filial hispalense consiguió ser superior a un Córdoba que andaba entre perdido y asustado.

El pasado domingo, el sainete volvió a repetirse, aunque en esta ocasión amplificado. Sobrepasada la media hora de juego, Cuadra Fernández expulsó a Zuiverloon al cometer un penalti sobre Guardiola que el mismo delantero blanquiverde se encargó de transformar. Ya en superioridad numérica, el Córdoba aumentó la ventaja al anotar otra vez Guardiola un nuevo penalti que decretó el colegiado contra la Cultural Leonesa.

Sin embargo, la segunda parte fue, prácticamente entera, del conjunto leonés, que dio un paso atrás después de lograr equilibrar el marcador de nuevo en apenas un cuarto de hora.

Si los números generales son horrorosos para los blanquiverdes, en este caso son aún peores. De los 180 últimos minutos jugados por el Córdoba, 98 los ha disputado con superioridad numérica, más de la mitad. Ha conseguido anotar un sólo gol, y de penalti, y ha encajado tres. «Perdió» por 1-0 en los 40 que jugó en el Viejo Nervión y volvió a perder, 1-2 en los 58 que jugó el pasado domingo en el Nuevo Arcángel.

A destacar también que de los cuatro goles anotados con Merino, sólo uno, el de Jona en Sevilla, ha llegado en una acción de juego y no de penalti.

Si lo táctico parece no terminar de funcionar, este Córdoba tiene un problema, y no menor, en el apartado psicológico. La terapia tampoco da frutos.