Instalada en un imaginario 'Delorean', la natación sincronizada española ha emprendido en Kazán un viaje al pasado con la consecución únicamente de dos medallas por medio de Ona Carbonell y seis quintos puestos que siembran dudas sobre su futuro.

A falta de medalla en las pruebas en línea -pendientes del regreso de Mireia Belmonte-, la sincronizada se había convertido en la gran despensa de la natación española en la última década, doce años prodigiosos en los que España había conseguido 33 medallas antes de llegar a Kazán.

En la capital deportiva rusa, Carbonell, con una plata en el solo técnico y un bronce en el solo libre, ha sido la única que ha pisado el podio, porque en las otras seis especialidades, algunas de ellas olímpicas, España ha repetido el quinto puesto.

Y eso ha encendido todas las luces de alarma y ha puesto de actualidad el conflicto que en hace dos años acaparó la atención de los informativos en España, cuando se produjo el despido de Anna Tarrés tras los Juegos de Londres, una situación que parecía superada.

Pero no fue así. En el último Mundial, España levantó siete medallas en sincronizada y pareció acabar con aquel estéril debate que no convenía a nadie.

Seguramente aquel conflicto estaba latente y el equipo había aprovechado las inercias ganadoras del pasado, es una posibilidad. En septiembre de 2012, Carpena despidió a Tarrés y empezó un nuevo ciclo.

Dijo el presidente que se imponía una nueva manera de trabajar y que el objetivo a medio plazo era luchar por el oro, pero todo ha derivado en otro sentido.

En Kazán, España se irá con solo dos medallas en sincronizada, el peor botín desde que el equipo español empezó a sumar podios en 2003, en los Mundiales de Barcelona.

En ese año, España sumó dos bronces y una plata. En 2005 (Montreal), tres bronces y una plata; en 2007 (Melbourne), cuatro platas y dos bronces; en 2009, un oro y seis platas; en 2011 (Shangai) cinco bronces y una plata; y hace dos años en Barcelona tres platas y cuatro bronces.

A todo ello se suman las medallas olímpicas en Pekín 2008 y en Londres 2012. En poco tiempo, las cosas han cambiado mucho. Ahora en la clasificación mundial, España es quinta y a un año para los Juegos de Río se necesitan soluciones para rehacer la situación.

Por delante está la incontestable Rusia, después las dos potencias asiáticas (China y Japón) y también Ucrania. El cambio generacional es una de las razones aducidas desde la Federación (22 años de media), pero también pesan las bajas de nadadoras importantes como Andrea Fuentes y Marga Crespí.

Otro motivo es el cambio en el reglamento. Desde 2014, se divide la puntuación en tres apartados: técnico, ejecución e impresión artística. España puede haber perdido precisión y penaliza más.

La gestión del dúo, con la alineación de dos nadadoras diferentes en libre (Paula Klamburg) y técnico (Clara Camacho) acompañando a Carbonell, no ha dado los mejores resultados y en el equipo, al menos en este Mundial, Ona no ha estado presente, aunque es incuestionable que esté ausente el próximo verano en Río, porque España no se puede permitir ese lujo.

Tiene un año la sincronizada española para rehacer su camino y acabar con la desconfianza que se ha instalado en la opinión pública después de los pobres resultados en Kazán. Si no es así, volverán a aparecer las dudas.