Toda la credibilidad que se ganó Ferrer semana tras semana ante los micrófonos por su elocuencia y sinceridad podría perderla con un par de ruedas de prensa como la del domingo. Más aún después de escuchar a su homólogo Emery reconocer públicamente que le pidió más humildad a su futbolista Bacca durante el partido ante el Córdoba. Si el club quiere ser de Primera, debe serlo en todas sus facetas. No vale ser de Primera para unas cosas y de Segunda para otras.

Un club de Primera está mucho más expuesto y con eso deben convivir el entrenador y los jugadores. Si en los malos momentos se suele pedir apoyo a la afición, si el propio Ferrer se encargó en la jornada cuatro de mandar un recado a la hinchada -"no es normal pitar tan pronto; hay que aprender del año pasado"- debería asumir con naturalidad las críticas y las preguntas comprometidas, que es normal que se produzcan después de un 1-3 en contra.

No son propios de un club de Primera las evasivas, las respuestas cortantes y mucho menos vivir al margen de la realidad. El domingo, 17.000 personas se resignaron ante la superioridad del Sevilla. No hay nada de malo en reconocerlo. Pero el técnico optó por su lado más defensivo, algo inédito. "No hay tanta diferencia entre el Sevilla y el Córdoba", "no creo que tengamos que mejorar tanto", "no dimos mala imagen". Cualquiera de esas frases rechina en los oídos de los seguidores blanquiverdes, igual que lo hizo en la vetusta sala de prensa de El Arcángel.

La afición. Hubo pitos por un cambio, sí, pero solo por un cambio. No desestabilizó al equipo. No vale como excusa. Tampoco el calendario. Cierto que tres de los cuatro rivales están en la parte alta, pero dar la cara no es suficiente. El Almería gana en Donostia, el Granada en Bilbao... Hacerse el pequeño no es el camino. Omitir carencias que todo el mundo ve, tampoco, ni ocultarse detrás de una mesa. Corre Albert Ferrer el riesgo de que nadie le crea si sigue ese camino. No es fácil tener credibilidad. El catalán se la ganó en el césped y en las salas de prensa. Sería una lástima que la perdiera tan rápido, con lo que cuesta ganarla.