En este último tramo del campeonato, el Córdoba CF debe vivir como si fuera a morir mañana y aprender de sus errores como si fuera a vivir siempre. Posiblemente ello le invite a desarrollar una mentalidad de "superviviente" ante la dificultad o la exigencia. No queda tiempo para llorar, queda tiempo para sobrevivir, no queda tiempo para el desánimo o las disputas internas, solo queda tiempo para ganar, ganar esa partida de ajedrez que muchas veces se gana por mentalidad, perseverancia y constancia.

El rendimiento de un equipo tiene mucho que ver con "clima" que exista dentro del vestuario. El clima que se genera debe sumar siempre en positivo y ayudar a que el jugador se sienta cómodo en todos los sentido para poder sacar lo mejor de si (rendimiento óptimo). Es muy importante que el vestuario esté totalmente unido e identificado con su entrenador y este ejerza una buena dinámica y dirección del grupo, lo contrario supondrá una agonía lenta de trece semanas, dolorosa para el cordobesisimo e imprevisible para el futuro de la entidad. El jugador es el verdadero protagonista y debe saber que al estampar su firma por un club, ya firma compromiso, profesionalidad e imagen en todos sus actos, obligación de cuidarse (muy importante la recuperación tras partido y entrenamiento invisible), obligación de vivir las 24 horas por y para el club que lo contrata, obligación de cumplir el régimen interno, y de darlo todo por la entidad, el escudo que se enfunda, y para el aficionado que paga.

En el primer tiempo frente al Espanyol no dio buena lectura al partido, no tuvo continuidad en el juego, ritmo y no gano acciones de rechaces y segundas jugadas. En el segundo tiempo fue más atrevido, decidido, presionó y recuperó en campo rival, tuvo buena capacidad de reacción y... logró encender una pequeña luz hacia la esperanza.