La espiral depresiva del Córdoba sigue perfilando una línea descendente hasta dar con una situación, la actual, con una sensación de auténtico funeral. En el peor partido de la ‘era Merino’, el club cordobesista fue incapaz de generar peligro en ataque, estuvo falto de control del balón y muy dubitativo atrás.

El técnico linense se conforma con muy poco, y ayer dio muestras de nuevo de que cualquier empate, aunque sea contra un Lorca que es uno de los peores conjuntos de la categoría, le vale. A cinco minutos del final quitó a Javi Galán, que de todos modos firmó un mal partido, para meter a Caballero. El Córdoba acabó con cuatro mediocentros en el campo (cinco contando a Vallejo, que salió para suplir a Josema, lesionado, en el eje de la zaga), y sin ninguna intención de marcar un tanto.

Arropadito atrás y buscando el pelotazo para que Guardiola o Romero inventasen algo arriba, la táctica ‘amarrategui’ le pasó factura a Merino, que vio como su defensa se dormía en una de las últimas jugadas del partido. Onwu estuvo mucho más atento que Pinillos, que se durmió en los laureles y rompió el fuera de juego. El delantero del Lorca recogió un rechace de Kieszek para marcar el tanto de la victoria.

Un gol que vale tres puntos de oro para los murcianos, que de todos modos siguen en puestos de descenso, aunque superan al Córdoba en la tabla. Con su segundo entrenador en tres meses, a la propiedad le quedan pocas balas por gastar. Más le valdría ir mirando el mercado de jugadores libres o de otras ligas, porque de no mediar varias incorporaciones de peso en enero, este equipo puede llegar ya descendido a la recta final de la temporada.

No será porque algunos no avisamos de lo que podía pasar, esta plantilla, corta en todos los sentidos (en cantidad, en calidad, en sensaciones, en intensidad), apesta a descenso, atufa a equipo muerto, sin alma, incapaz de agarrarse a la vida y de pelear, de morder cada partido. A falta de calidad no puede faltar el compromiso ni la entrega, y anoche la sensación fue de apatía, de falta de ganas y de nula capacidad de darle la vuelta a la situación. Merino tiene muchísimo trabajo por delante, pero es menester de otros el darle los mimbres suficientes para evitar la hecatombe de un descenso a Segunda B.