Se ha repetido a lo largo de este 2015, en un análisis del Córdoba que abarca a toda la institución, a todo el club, a toda la SAD, como quieran. A este Córdoba, de derecha a izquierda y desde abajo hasta lo más arriba del mismo, le pierden las formas. También algunos fondos, que bien haría en limpiarlos (con algunos será imposible) si pretende ser un digno competidor en Segunda, la próxima temporada. Porque el que se crea que así, de esta manera, con estas formas, el Córdoba será "el Real Madrid de Segunda" no hará sino emular a quien pronunció aquella frase y flaco favor le hará, de nuevo, al proyecto deportivo, y por lo tanto al primer club deportivo de la ciudad. Mejor meditar muy bien los pasos y tomar las decisiones que le vienen bien a la institución, al club y (ojo) también a la SAD, porque sin éxito no hay negocio, como se comprobó ayer sin ir más lejos en El Arcángel, un estadio que ha sufrido un equipo en decadencia, con un solo triunfo en toda la temporada, con precios de ayuda al club y con derrota, a priori, asegurada. La respuesta: menos de 14.000 espectadores. Y eso que hubo boletos que entraron en todo tipo de sorteos, chavales de la cantera con todos sus equipos y algún 'aprovechao', que también los hay. El rival, semifinalista de Champions, actual líder de la competición y con el mejor futbolista del mundo. Lo mejor que se puede decir es que, efectivamente, muchos aficionados blanquiverdes le dieron la espalda a su equipo. Y lo hicieron más por las formas que por el fondo. Esto es, más por la manera en la que se ha gestionado esta temporada que por el descenso en sí mismo. Quien deba tomar nota que lo haga, aunque mucho nos tememos que no valdrá solo con el "lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir".

Porque esas formas, recordémoslo, ya afectaron al equipo desde hace semanas y éste volvió a hacerlo ante el Barcelona. Te puedes ir a Segunda como consecuencia de un año de efluvios canarios, pero no así. El calor ayudó a aumentar la sensación de que se trataba de un bolo veraniego y el Barcelona comenzó desde el minuto uno a sitiar el área de un Córdoba descaradamente defensivo, a evitar una derrota humillante. Salvo un par de ocasiones o detalles a cargo de Florin y de Crespo, el encuentro era un monólogo azulgrana. Ocasiones de Neymar, Messi, Luis Suárez, de nuevo Messi, otra vez el argentino, Iniesta, de nuevo Neymar, otra de Iniesta... Y eran ocasiones, nada de acercamientos con tiritos para que Luis Enrique hiciera palmitas. Por supuesto que no. Algo más de 40 minutos aguantó el Córdoba a que la inspiración azulgrana en los últimos metros apareciera y, como era de esperar, apareció. Cómo no, con Messi como protagonista. Sirvió a la espalda local y Rakitic fusiló a Juan Carlos.

Y ya está. Ahí se acabó el engendro que generó la planta noble de El Arcángel al que llamó "equipo", porque cuatro minutos después caía el segundo, en una jugada del mismo estilo, aunque con Iniesta y Luis Suárez como protagonistas. La suerte para los locales fue que el descanso llegó y éste se hizo más corto de lo habitual. El desenlace a tanto despropósito desde hace meses estaba ahí, apenas a 45 minutos. Más de cuatro décadas de espera le daban al Córdoba para estar apenas 314 días en Primera División. Demasiados años, demasiado poco. Y nada más comenzar, nuevo golpe de realidad. Messi hacía el tercero cuando la ducha del intermedio aún refrescaba las cabezas de los jugadores.

Algunos gritos de ánimo de la primera parte, un par de 'recuerdos' al presidente y las consecuentes subidas de volumen ante la inminencia de un gol que se escucharon en el primer acto, desaparecieron en el segundo. Ya, ni siquiera eso. Luis Enrique realizaba cambios pensando ya en el partido de Champions contra el Bayern Múnich y José Antonio Romero los realizaba pensando en... A saber.

El guión del ¿partido? desembocó en un monólogo que por momentos fue tostón a base de toque, toque y toque por parte azulgrana ante un rival que no quería pelea. Simplemente, como el toro malo, se amarmolilló contra las tablas y esperó en su zona, esto es, de portería hasta poco más allá de la corona del área. ¿Para qué correr o presionar cuando eso se hace si no se tienen ideas pero sí orgullo? Por lo tanto, el Barcelona se dedicó a lo suyo y, al igual que en el encuentro de la primera vuelta, también marcó a balón parado, gol obra de Piqué tras saque de esquina, cuando poco antes Suárez hacía el segundo de su cuenta particular. El chaparrón continuó. Messi hacía el segundo de su cuenta tras cabecear un servicio de Pedro y Clos no tuvo compasión al pitar un claro penalti de Gunino sobre Neymar. El brasileño, negado toda la tarde (menos mal), anotó desde los 11 metros y, finalmente, Luis Suárez hizo su 'hat-trick' al aprovechar un balón suelto en el área. Ni un gesto de rabia, ni una carrera fruto de la desesperación, casi ni una tarjeta amarilla. Al Córdoba, producto generado por la entidad en los últimos tiempos, se le contemplaba como algo ajeno, lejano, irreconocible con respecto a otros tiempos. Eso sí, esa goleada histórica obligaba a echar la vista atrás a otros momentos, instantes de todo tipo, buenos y menos buenos, pero que en todo caso parecen hoy en día irrecuperables, salvo que el discurso se cambie drásticamente. Ahora solo queda esa dolorosa caída a Segunda y el sonrojo. Por el mismo descenso y por las formas también.