"¿Por qué buscan entre los muertos a quien está vivo?"... ¿Vieron las vendas blancas y verdes en el suelo y enrollado el sudario en un lugar aparte? ¿Las vieron?... ¿Leyeron a los evangelistas redactar los versículos que anuncian el final de La Pasión del Córdoba? ¿Los leyeron?... ¿Y qué me dicen de la corona de espinas que le tejieron? ¿Y del manto púrpura? ¿Y de la caña en su mano derecha? ¿Acaso no oyeron las burlas?... "Salve, equipo TOP, rey del ascenso". ¿No escucharon a los alguaciles y sacerdotes cómo pedían su crucifixión a la hora en que distaba un punto del descenso? ¿No lo escucharon?... ¿Y qué me dicen de los que empaparon en vinagre mezclada con hiel la esponja para calmar su sed cuando cambiaron al técnico? Cruel... ¿cierto? ¿Y de los que martillearon con hostilidad en su Cruz el título: "¿Qué te apuestas a que subimos?" mientras echaban a suertes sus vestimentas? ¿Vieron cómo fueron más de tres caídas y pocos acudieron a levantarlo? Lo vieron... ¿cierto? ¿Acaso no escucharon al necio que gritaba "son unos mantas" y al caer la tarde gijonesa hacía indiferente el milagro?

"¿Por qué buscan entre los muertos a quien está vivo?"... ¿No oyeron el grito desesperado --"¿por qué me has abandonado?"-- cuando se hundía en la miseria? No prestaron oídos a que este equipo siempre ha rendido por debajo de sus posibilidades y escogieron al malhechor colgado a su izquierda que lo insultaba: "sálvate, TOP, asciende a los cielos". Y al tercer día... ¿qué harán pues los que pasaron a su lado en mofa y lo abofeteaban? Llevado al Gólgota, burlado y crucificado; el Córdoba, temeroso desde el inicio, busca ante el Hércules correr la piedra que da entrada al sepulcro y hacer bueno el evangelio: "no está aquí. Ha resucitado".