No hay duda, sí, el británico Lewis Hamilton (Mercedes) es el mejor piloto del mundo de F-1. No solo ha ganado su tercer título mundial a tres carreras del final del campeonato, no solo lleva ya sumadas 10 victorias este año, sino que ha dominado a placer el campeonato con enorme autoridad. Pero, después de él, junto a él, habitualmente tras él, hay también otro enorme piloto, que es el alemánNico Rosberg(Mercedes), hijo del legendario Keke Rosberg, campeón del mundo en 1982.

Pero, si estas junto o al lado de Hamilton a menudo pasas desapercibido. No en el autódromo Hermanos Rodríguez de México donde, frente a las 120.000 apasionados aficionados, Rosberg hizo toda una exhibición de su categoría, de sus manos, de su extraordinario pilotaje y, sí, de sus ganas de ser, al menos, subcampeón del mundo, posición que tiene amenazada por su compatriota Sebastian Vettel (Ferrari), que, al final, acabó estrellándose contra las protecciones en un gran premio que el tetracampeón de Maranello empezó fatal, chocando con el australianoDaniel Ricciardo (Red Bull) en la tercera curva y arruinando sus posibilidades de puntuar.

Pique entre compañeros

Rosberg, que sumó su cuarta victoria del año (Barcelona, Mónaco, Austria y México), llevaba nueve grandes premios sin ganar pese a lograr, en tres de ellos la 'pole position'. Rosberg, que en la última carrera de Rusia se picó con su compañero de box por cómo le arrinconó en la salida, se convirtió en México en un piloto inaccesible incluso para Hamilton, que, enfadado porque desde el muro le obligaron a hacer el segundo cambio de ruedas (como a Rosberg, claro), trató de vengarse de esa orden en las últimas 13 vueltasvertiginosas en las que, tras la aparición del coche de seguridad por el accidente de Vettel, tuvo la oportunidad de intentar superar al hijo de Keke, que realizó una conducción impecable pese a tener en su cogote al flamante tricampeón del mundo, que perseguía empatar la marca de 11 triunfos en una misma temporada de los alemanes Michael Schumacher y Vettel.

La carrera, por supuesto, no tuvo historia, únicamente la que marcaron Rosberg y Hamilton o, si quieren, la que decidieron desde el muro de Mercedes, que vieron tan superiores a sus dos monoplazas (los Ferrari, únicos rivales, se autoeliminaron muy pronto), que, incluso, a falta de 15 vueltas y pese a tener sus neumáticos bastante enteros, les obligaron a hacer un segundo cambio de ruedas. Rosberg obedeció de inmediato, pero Hamilton se negó. «Esta es una llamada errónea, creo», llegó a decirle a su ingeniero, que le dijo que «por motivos de seguridad, debes entrar y cambiar las ruedas». «Estas que llevo -añadió un Hamilton enfadado—pueden llegar al final». Y, al final, el tricampeón obedeció y entró.

Abandono de Alonso

Pero, justo cuando los dos pilotos de Mercedes tenían sus juegos intactos y faltaban 13 vueltas, Vettel se estrelló. Y la aparición del coche de seguridad junto a Rosberg y Hamilton. Desaparecido el 'safety car', todo el mundo pensó que la rabia acumulada de Hamilton por una orden que él creyó no merecer haría que superase a Rosberg, pero el alemán se defendió maravillosamente y el 'tri' se conformó con el segundo puesto.

La carrera, que tuvo en el méxicano 'Checo' Pérez al gran animador, empezó, como casi siempre, con el abandono deFernando Alonso (el octavo de la temporada) ya en la primera vuelta. «No iba el motor elétrico», dijo el asturiano, resignado a que acabe cuanto antes su viacrucis con el nuevo Mclaren-Honda, que sigue acumulando, más que experiencia, fracaso tras fracaso. El madrileño Carlos Sainz (Toro Rosso), que peleó por los puntos y protagonizó un par de duelos hermosos con Pérez, que levantó al público de sus asientos, acabó en 13ª posición.