Duelo de necesidades el del próximo domingo en El Arcángel. El rey del empate, la Cultural Leonesa, llega al coliseo ribereño para verse las caras con el rey de la derrota, el Córdoba, primero de Carrión y luego de Merino. Ocho tablas en 15 encuentros ha firmado el conjunto leonés, que inició el curso con una idea en común con el Córdoba: daba igual ganar por 4-3 si con ello se lograba la victoria. De esa manera, en las cinco primeras jornadas, los de Rubén de la Barrera sumaron 10 puntos y colideraban la tabla después de anotar 11 goles (más de dos goles por encuentro) y encajar 10 (dos por partido).

Aquel 4-4 en el Reino de León ante el Valladolid o el 3-2 en la siguiente jornada ante el Huesca pareció finiquitar un arranque de rápido metabolismo: partidos de hasta ocho goles y cierta anarquía. De la Barrera pareció cambiar el chip con la intención de reducir dicho metabolismo. Pero al igual que ocurre con la plantilla blanquiverde, no parece fácil encajar un plantel en un sistema situado en el polo opuesto para el que fue confeccionado. Porque en las siguientes 10 jornadas los leoneses no han conocido el triunfo, han empatado el 70% de los encuentros y, significativamente, han anotado sólo seis goles mientras que han encajado 12. Han reducido de dos a 1,2 los goles recibidos, pero también anotan la mitad, prácticamente, de los goles que marcaban en ese primer mes de competición.

El rey del empate de Segunda (reinado compartido con el Reus de López Garai y el Sevilla Atlético de Tevenet) acude a El Arcángel con otra peculiaridad: la de su banquillo. Rubén de la Barrera, el entrenador más joven del fútbol profesional y un hombre ciertamente peculiar, no sólo por sus vestimentas habituales, que no son sino las de un joven de poco más de 30 años. Con sólo 18 dejó de jugar al fútbol con la clara intención de hacerse entrenador. Con sólo 27 años llevó al Guijuelo salmatino a cotas históricas: líder en Segunda B por primera vez en su historia, único play-off de ascenso en su existencia y cayendo en las eliminatorias, sin ser inferior, con el Leganés, hoy en Primera. De ahí, al Valladolid B, vuelta a Guijuelo para dejarlo en puestos de disputa de Copa del Rey y, finalmente, a la Cultural, equipo que empezó a entrenar con 30 años, al que hizo campeón de grupo y ascendió a Segunda División. Aunque con el sistema de posesión de balón como bandera, De la Barrera asegura que no se encorseta en una idea y lo cierto es que lo demuestra: ha llegado a jugar en esta misma temporada con tres centrales y dos carrileros, con un clásico 1-4-4-2, con sólo tres defensas atrás y tres delanteros... «Lo que requiera el rival y el partido», declaró recientemente.

Difícil lo tendrá con el Córdoba, que ha mudado la piel en busca del mejor abrigo para evitar la sangría goleadora. Aparentemente, Merino repetirá el 1-5-3-2, ya que debería tener mejores rendimientos defensivos con la recuperación de Caro y también más versatilidad atacante con la reentrada de Jovanovic y la vuelta, tras su sanción, de Sergi Guardiola. La desesperación palpable en el Viejo Nervión le llevó a un cambio de sistema en el que, a pesar de sus manifestaciones post-partido, no sólo no fue mejor para el equipo, sino que éste se vio incapaz para mantenerse firme ante un rival con 10 jugadores. El gol de Jona no puede nublar la vista. Eso sí, el técnico linense ha acercado a su equipo al triunfo, pero éste no llega. Si en la etapa de su antecesor en el banquillo hubo demasiados encuentros en los que a la media hora el marcador reflejaba una distancia enorme para optar a la victoria, Merino ha dado pasos (para muchos, demasiado lentos) para tener a mano el triunfo. Sus tres derrotas en cinco partidos no han hecho sino asentar al Córdoba como rey de la derrota. Una victoria, el próximo domingo ante la Cultural, sería el paso lógico de su Córdoba en la lenta evolución que ha mostrado bajo su mando. Un empate reforzaría el reinado de las tablas de los leoneses y dejaría a los blanquiverdes sumidos en la frustración y en la impotencia.