Pasaban las cinco de la tarde cuando Daniel Amat alcanzaba la línea de meta en el paseo de Anciles de Benasque el pasado sábado. Gritos, aplausos, lágrimas de emoción de las decenas de aficionados que dieron la bienvenida al montañero alicantino tras más de 17 horas de esfuerzo. Amat había ganado de nuevo en su jardín particular, la Gran Trail del Aneto- Posets, que se ha llevado por tercer año consecutivo entre los 300 participantes. Fueron 108 kilómetros de una dureza brutal con 6.700 metros positivos. Las primeras horas fueron frías y desagradables, con un viento helador en las altas cotas que puso el termómetro bajo cero. Un grupo de vanguardia fue en cabeza hasta que se seleccionó en el ascenso en el Collado de Salenques por encima de los 2.800 metros de altitud. Fue al amanecer, en el descenso de Vallibierna, cuando Amat se lanzó a tumba abierta y empezó a marcar las diferencias. Al paso por Benasque, en el meridiano de la prueba, tenía la carrera en el bolsillo.

Comenzaba la vuelta al Posets. Llegó al refugio del Ángel Orús muy distanciado. Pero entonces ya empezó a sufrir problemas estomacales. Antes de que le capturaran dos rivales en el refugio de Viadós emprendió la carrera. Amat se recuperó. Subió el último collado de la jornada, el Puerto de Gistain, y en el descenso volvió a mostrar su fuerza. Llegaba a Benasque vencedor con casi 45 minutos de ventaja sobre Julián García. La clave Fue la cabeza la que empujó con fuerza a Amat en los puntos críticos de la competición. «Hay momentos de la prueba en la que te encuentras muy cansado y no tienes energía. Entonces la cabeza te empuja adelante. Yo creo que la mente es el 60% del éxito del corredor». Pasada la mitad de la carrera, pensó incluso en la retirada. «Fue en Eriste cuando la barriga me empezó a doler. Comí melón, me tomé una Coca Cola y vomité un poco en el refugio del Ángel Orús. No sabía si tomar salado o dulce de lo revuelta que tenía la tripa. Pero me dije que tenía que intentar alcanzar el collado de la Forqueta», recuerda el deportista alicantino. La estrategia y la planificación es esencial en este tipo de carreras de tanta distancia. «La cuestión es salir con tranquilidad. Al principio todo el mundo tiene fuerzas.

La salida hay que hacerla sin forzar la máquina y tener fuerza para la segunda parte de la prueba. El primer tramo hasta La Renclusa se puede ir rápido y hay que intentar no pasarse de ritmo. Hay que aguantar la noche y, cuando empieza a amanecer, el terreno es más bueno. Entonces se empieza a apretar». La prueba se decide en la vuelta al macizo del Posets. «Si llegas con fuerzas, hay mejores sendas y se marcan las diferencias», explica. Daniel Amat conoce el valle de Benasque casi como el pasillo de su casa. Este militar alicantino de 37 años trabaja en el cuartel de Cerler. «Me dedico al mantenimiento de la instalación.

El terreno lo conozco mucho corriendo, escalando o en bicicleta de montaña. No tengo ninguna planificación y cada día hago lo que me apetece». En Cerler vive feliz, a 1.500 metros, en una de las localidades más altas del Pirineo. «El trabajo es tranquilo y el horario me permite poder entrenar mejor. Vivo junto a Valle, mi perro, que me ayuda a hacer algún entreno», concluye. H