No afectó al ambiente del entrenamiento, en el que se respira tranquilidad y cierto optimismo tras el inicio de campeonato. Pero lo cierto es que tanto en la previa de la sesión de ayer como en mitad de la misma hubo dos circunstancias que alteraron el plan previsto por José Luis Oltra. La primera, el campo de entrenamiento. El habitual, el de la grada de la ciudad deportiva, no está en las mejores condiciones, precisamente, aunque ayer se le pudo comprobar cierta mejoría. El caso es que allí en donde estaba programado el trabajo finalmente no pudo celebrarse éste, por lo que el equipo se traslado al campo B, más pequeño, sin drenaje. No gustó el imprevisto a un empleado del club, que la tomó con el operario de Royalverd. Éste comprobó unos minutos después el contraste entre la excesiva brusquedad de uno y el tranquilo diálogo con el jefe de verdad, Oltra, que escuchó las razones del operario, finalizadas con un toque en el hombro.

Un entrenamiento celebrado con bastante público, muchos niños y hasta con Rafael Carrillo Falete en una de las esquinas. "Al primer toque y disparamos; hay que hacerlo lo más parecido a un partido, allí no tendremos tanto tiempo", avisaba Oltra en los disparos a puerta. Ya en el tramo final de la sesión aparecieron dos empleados de la Agencia Española de Protección de la Salud en el Deporte. El doctor Bejarano charló con ellos unos minutos y, posteriormente, se introdujo en el campo para informar al preparador físico, Chema Sanz, de quiénes eran los invitados. Como en cada inicio de temporada desde hace unos años, la visita es obligada en todos los clubs de Primera y Segunda División para elegir por sorteo a cinco futbolistas de la plantilla para el análisis antidoping. En esta ocasión tuvieron que ponerse ante las jeringuillas Deivid, Caballero, López Silva, Cisma y Fidel Chaves. Esos cinco fueron los rejonazos que sí estaban justificados ayer. El otro sobró.