Luka Modric, desaparecido en los primeros partidos de Liga, pieza clave de los éxitos del Real Madrid la pasada temporada y con un inicio de curso algo errático, volvió a brillar en el estreno del conjunto blanco en la Liga de Campeones, en el que James Rodríguez ofreció muchos destellos de la calidad que por la que el club blanco le fichó por 80 millones de euros.

El rendimiento de los dos centrocampistas no estaba siendo el deseado en los madridistas, que, sin embargo, después de las derrotas ante la Real y el Atlético, buscaban culpables en la portería y en la delantera.

El croata apareció por fin contra el Basilea, un equipo menor pero balsámico para los blancos, que aparcaron todos los debates con una goleada gracias, en parte, al buen trabajo oscuro del futbolista balcánico. Modric abarcó mucho campo, corrió una buena cantidad de kilómetros, ejerció de recuperador y, sobre todo, hizo de guía cuando el partido estaba más espeso para el Real Madrid. Encontró en James un buen aliado.

Un jugador necesario

Modric no sólo dio equilibrio al equipo de Ancelotti, también se atrevió a cercar el área del Basilea. Y lo hizo muy bien, con un tremendo disparo desde lejos en la primera parte que sacó como pudo el portero Tomás Vaclik y con una asistencia perfecta en el segundo gol del Real Madrid, obra de Gareth Bale.

El Madrid recuperó a un jugador muy necesario, casi tanto como Casillas, Benzema o los ausentes Di María y Alonso. Es parte de un equilibrio que el Real Madrid pierde con la falta de presión arriba de Cristiano y Bale. Sin el croata al cien por cien y con sus delanteros poco generosos, los blancos sufren. Contra el Basilea no ocurrió.

Y si Modric regresó, James apareció. La buena presencia de ambos debería ser un paso hacia la recuperación. Los ecos del verano todavía resuenan por el Bernabéu, pero dos jugadores que deben ser imprescindibles mostraron el camino hacia el buen juego. Modric y James ilusionaron después de dos encuentros para olvidar.