Terminada su presentación oficial, a inicios del pasado mes de julio, cruzada la puerta de la sala de prensa del Camp Nou, ya camino del vestuario --sin focos, sin cámaras, sin micrófonos--, deslizó una confesión. "Nunca me habían preguntado tanto por fútbol", musitó Ivan Rakitic, el interior croata nacido en Mohlin (Suiza) a 92 km de distancia de Winterthur, la ciudad donde nació Hans Gamper, el fundador del Barça a finales del siglo XIX. Y en apenas tres partidos, ni un mes lleva jugando en el Camp Nou, se ha convertido en el socio ideal de sus compañeros, erigiéndose en un pilar de Luis Enrique, quien prefirió apostar por el exjugador del Sevilla, aunque eso implicará renunciar al fichaje del ahora madridista Toni Kroos.

Llegó y desde el día uno se instaló Rakitic con naturalidad en la sala de máquinas, como si llevara toda la vida ahí. Además no era un sitio cualquiera. Era, y es y será por siempre, la casa de Xavi Hernández, el centrocampista que más ha trascendido en la historia del Barça. Y del fútbol español. Llegó el croata con ganas de comerse el mundo ("tiene hambre", fue lo primero que dijo Luis Enrique de él), dispuesto a transformar ese rol. No hay otro Xavi en el Barça. Ni en el mundo. Por lo tanto, toca jugar con la misma idea, pero de otra manera, pensó el técnico asturiano.

Por eso, Rakitic era el hombre ideal. Por eso, le preguntaban tantas cosas de fútbol, y no dejan de preguntarle, al exjugador del Sevilla, un registro nuevo en un sistema tradicional, un factor diferencial para sorprender a los rivales.

La pausa y el gobierno casi tiránico de los partidos que ha dado siempre Xavi es sustituido ahora por el juego más vertical y dinámico de Rakitic. La idea se mantiene, el matiz es muy distinto. Por eso, Luis Enrique calla cuando le preguntan por los novedosos movimientos de Rakitic. Antes, ya fueracon Guardiola o Tito, los dos interiores del Barça eran más estáticos, más de posición porque las bandas estaban ocupadas por los extremos. Ahora, en cambio, las alas pertenecen a los laterales (Alves y Alba se proyectan en ataque) porque los delanteros deben recogerse por dentro --así el técnico acerca a Messi y Neymar a la espera de Luis Suárez-- y los interiores, por lo tanto, están obligados a asumir otras funciones diferentes.

En el Camp Nou, y ante el Athletic, a Rakitic se le vio mucho más cerca de la cal que en los dos primeros partidos. ¿Qué buscaba Luis Enrique con ese detalle? "Que le diera un poco más de aire jugando en la banda. En el centro hacía más calor y no le llegaba tanto el aire", alegó el técnico bromeando sobre ese cambio de rol del centrocampista croata. Cambio incluso sobre el Rakitic del Elche y del Villarreal, siempre ejerciendo de interior derecho, eso sí. "Lo que buscamos lo tenéis que analizar. Lo siento. Tenemos variantes, lo que buscamos lo saben los jugadores, lo sabemos nosotros... Pero no estoy aquí para dar pistas", sentenció.

Arropado por la absoluta confianza del entrenador ("su presencia física también nos vendrá muy bien"), él se lo retribuye con un fútbol diferente que ha cautivado al Camp Nou en apenas 180 minutos. Un par de semanas han bastado al culé para conectar con este croata, de ascendencia bosnia nacido en Suiza, que jugó en Alemania --coincidió en el Schalke 04 con el exmadridista Raúl--, que habla castellano con un inconfundible aire andaluz: Raquel, su mujer, es de Pino Montano, un humilde barrio de Sevilla. A él, cuando paseaba con su hija Altea por allí, le llamaban el croata de Pino Montano

Más allá de su estampa schusteriana o de su impacto inmediato en el equipo, tipo Deco en 2004, Rakitic se multiplica. Hay, en realidad, más de un Rakitic. Está el Rakitic guardaespaldas de Alves cuando este se desmelena y ni mira atrás. Está el Rakitic asistente personal de Busquets. Está el Rakitic cómplice de Iniesta. Está el Rakitic de pie fuerte, delicado y preciso. Inteligente como es, no quiere ni puede ni debe ser Xavi. Rakitic quiere ser simplemente Rakitic.