Alejandro González se merece esos 100 días de margen, al menos, para poder evaluar hasta qué punto es «continuista» su labor en la presidencia del Córdoba, para valorar si -como dicen- es alguien puesto por el máximo accionista para que siga haciendo y diciendo lo mismo que él o, por el contrario, para realizar un trabajo totalmente diferente en forma y fondo con respecto a su antecesor en muchos asuntos importantes para el Córdoba CF. Esto es, si las aparentes buenas formas mostradas ayer tienen un respaldo con fundamento en acciones que han de producirse o si, como afirman los más críticos, no deja de ser un polichinela para lograr un objetivo que su antecesor, por sí mismo, fue incapaz de lograr.

Por lo tanto, sería injusto tomar como tabla de los mandamientos blanquiverdes lo dicho ayer por el nuevo presidente. Primero, porque apenas lleva tres semanas en el cargo. Segundo, porque la generalidad -era imposible profundizar en demasía como sí hubiera ocurrido, por ejemplo, en una entrevista- lleva a los malos entendidos, y tercero, porque las buenas intenciones son sólo eso: buenas intenciones. Al menos, mientras que éstas no tengan un respaldo, generalmente económico, en otras ocasiones institucional y social.

De ahí que sea necesario dar ese margen y no caer en la injusticia de tomar al pie de la letra lo dicho ayer por González hijo porque, de todo lo declarado, sólo exhaló comprensión y ánimo de diálogo con quien creía que podía obtener algo, es decir, el Gobierno local. «Tenemos que saber a qué está dispuesto el Ayuntamiento». «Me encantaría empezar a trabajar mañana». «Necesitamos que las instituciones nos ayuden». Ahí sí desprendió González toda su capacidad de transmitir mejor imagen, buen rollo. Fue la única diferencia en ese formatonovedoso” ante los medios, que no era sino un desayuno informativo, al estilo del que dio en su día su jefa de comunicación -sin ir más lejos- o del que ofreció el jefe corporativo de la LFP, Javier Gómez, hace unos años en un hotel de la ciudad.

Pero cuando se trataron otros asuntos, como el del dinero, ya la cosa cambió. Vamos, que se volvió a lo de siempre. Quizá su mejor perla fue la de «no existe relación entre inversión y resultados deportivos», como colofón a la repetida «cada año en Segunda es un fracaso». Es decir, que para el nuevo presidente «el proyecto es muy ambicioso», aunque habría que recordar que hay 11 proyectos más ambiciosos que el blanquiverde, que ocupa el puesto 12 en la tabla de límites salariales. Por lo tanto, este Córdoba no necesita más inversión, según González hijo, sino «más tranquilidad». Evidentemente, lo de «consolidar al Córdoba en Primera» no deja de ser un brindis al sol -siendo benévolos- en un club que la ha pisado un año de los últimos 45 (y de la forma en la que la pisó), que está situado 14º y con 11 clubs dedicando mucho más dinero a ese objetivo.

Tampoco varió mucho la cosa en lo social. Deseo de unir al mundo peñístico -no será fácil, dada la política de «sanciones preventivas» sobre los abonados implantada por el club-, en lo que sería un cambio en la política llevada hasta ahora de favorecer a unos en detrimento de otros y viceversa, según la época. Además, con la desconfianza permanente de lo que algunos ven como un intento por parte del club de controlar a la masa social. Y un mensaje a los pequeños accionistas: no representan a casi nadie, vino a decir, pero estaría dispuesto a variar la relación si éstos «reconocen el trabajo hecho por Carlos González». Claro que para reconocerlo tendrían que resolverse algunas «dudas financieras» que él mismo admite. Es decir, menos oscurantismo. También asegura tener claro el nuevo presidente que «la mejor manera de acercarnos a la afición son los éxitos deportivos» y no las promociones o descuentos para promover el acceso al estadio, que el día de Copa, jugándose el pase a unos cuartos de Copa y con posibilidades a priori de clasificar, no cubrió ni la mitad de su aforo.

Incluso en el único aspecto en el que parecía que cambiaba algo, aquél en el que el club ve la posibilidad de obtener beneficio, hubo un gesto conocido, por desgracia, ya que la mejor manera de iniciar el mandato no parece que sea invitar a la alcaldesa y no al teniente de alcalde al palco de El Arcángel, como él mismo dijo ayer «el de todos los cordobeses», en el partido de Copa. La política de la división no parece que le vaya a surtir efecto al club como sí le funcionó en el pasado. Un pasado que, visto lo visto, y dado el poco tiempo transcurrido, continúa vigente.

Pero a pesar de tics, de frases que dan para mucho debate y de sensaciones que parecían regresar del pasado -o que nunca se fueron-, insisto en ese margen de actuación, de manifestaciones, de intenciones; si no de confianza, sí de paciencia para con el hijo del máximo accionista del club. El 1 de abril se puede hacer un primer balance. Comenzando por lo deportivo. Ahí veremos a Alejandro González. O no.