Este parón por las selecciones, al que también asistimos con ojos de novatos en una fiesta en la que vamos todos soltando las piernas poco a poco, vendrá bien para coger aire, cargar hielo --con perdón-- y redefinir objetivos a corto plazo. Porque el horizonte es claro.

En este agosto extenuante que queda atrás, todos, insisto, todos hemos puesto ya nuestras cartas boca arriba. La propiedad con su plantilla del regreso a Primera y sus complicados equilibrios de alianzas estratégicas fuera del campo; el técnico con sus primeras decisiones en la caseta y también sobre el terreno de juego; los jugadores, sobre el campo (la verdad); la afición, entregada de inicio a un apoyo incondicional a sabiendas de las dificultades de la empresa, y cómo no, también los medios de comunicación, con grandes esfuerzos en una época aún de vacas flacas a pesar de que muchos creían que el ascenso traería el maná necesario para sacar a Córdoba del atolladero. El trayecto es muy seductor y, como dice Ferrer, hará falta mucha valentía.