En este Córdoba que se empeña como club en cambiar la fachada manteniendo la cocina, baños y dormitorios tal y como estaban, parece que el debate forzado desde El Arcángel ha sido, una vez que se ha conseguido dejar el descenso a un solo punto, los motivos de las pitadas a Carrión cada vez que se le nombra en las alineaciones.

Se intenta justificar en una especie de injusticia e incluso de conspiración para señalar que el desacuerdo de la grada es injusto. Sólo unos días después de que también se asegurara, por no pocos representantes del equipo y del club, que la grada no debía mostrar su desacuerdo, con el conjunto blanquiverde situado en puestos de descenso.

No seré quien defienda o ataque la postura de unos u otros, pero desde luego no se vislumbra nada raro en la reacción de los aficionados si se mira todo el mapa. Para hablar de ello, como primer motivo, habría que remontarse al 2014, cuando se dejó el huevo de la serpiente en el nido de El Arcángel señalando -y condenando- al actual técnico blanquiverde, que desde entonces quedó marcado. Ahora, los mismos pretenden matar a la bicha. El segundo motivo lo comparte, principalmente, con su antecesor en el banquillo, al que no pocos acusaban de excesiva cercanía con la propiedad. Tanta, que en ocasiones costaba trabajo distinguir la línea de separación entre uno y otro. Esa simbiosis no ha desaparecido tras el relevo en el banquillo, la pasada temporada. Entre otras cosas porque muchos aplican una regla de tres. Si un entrenador, con ascensos a Primera y una trayectoria, fue capaz de unir su destino de esa manera al que manda, su sucesor, un hombre que pretende empezar en el fútbol profesional, no iba a ser menos.

El último es, en realidad, puramente deportivo. Al último técnico que se le cantó «vete ya» fue a Rafa Berges, en diciembre del 2013, cuando afrontaba aquel Córdoba-Recre de diciembre en la décima posición a sólo dos puntos de las eliminatorias de ascenso. El duelo aún estaba empatado a cero y finalmente el Córdoba perdió. Carrión metió al Córdoba en posiciones de descenso la pasada temporada y el equipo, sufriendo, se salvó en la penúltima jornada. En esta campaña ha caído hasta en dos ocasiones a la zona fatídica, lo que actúa como refuerzo de los dos motivos anteriores a la hora de expresar ese desapego hacia el barcelonés. Eso, sin contar juego o sensaciones. Pero parece que el club prueba a ver si suena la flauta con el tema de los pitos. ¿Alguien duda de que si el equipo llevara seis triunfos en vez de cinco derrotas habría pitos a nadie?