Pedro y Messi evitaron anoche que la frustración culé adquiriera unas dimensiones desproporcionadas que amenazaba con convertirse en un tsunami de consecuencias imprevisibles. Después de perderlo casi todo en una semana (Champions y Copa), el equipo de Martino se aferró a la Liga como a un último resorte que a punto estuvo de esfumarse definitivamente (el Atlético sigue a cuatro puntos), pero el delantero canario y el argentino mantuvieron viva una llama que parece que se apaga irremediablemente por más empeño que pongan los jugadores.

El Barça se reencontró merecidamente con la victoria después de los tres castañazos sufridos ante el equipo de Simeone, en Europa, en la final de Copa ante el Madrid y el Granada en la Liga. Merecieron el triunfo por juego y porque lo buscaron con una fe y una fiereza olvidadas en los últimos compromisos. Reapareció ese carácter tan ausente hasta ayer y Pedro y Mascherano fueron los abanderados de esa imagen. ¿Y Messi? Tardó seis minutos en tocar el balón, pero en su primera irrupción ya levantó gritos de admiración. Sí, claro que corrió más que en los tres últimos duelos, no era difícil, pero sobre todo se le vio mucho más conectado y participativo. Quién sabe si el 4-3-3 que presentó Tata, dejando a Cesc en el banquillo, contribuyó a ello, en el regreso al dibujo más clásico y reconocible, lo que evita tocar piezas.

ATAQUE ESTERIL El primer tiempo fue la viva estampa del Barça en esta temporada en la inmensa mayoría de partidos. Dominó la pelota, atacó con vigor, remató con peligro... y nada. Así de triste, así de desesperante. El equipo de Martino se fue en blanco al descanso tras gozar de múltiples ocasiones de gol, la más clara, de Alexis, pero el chileno, con toda la portería para él solito, picó en exceso la pelota por debajo y envió el tiro al travesaño (31'). Un ejemplo más de lo mucho que le cuesta definir al tocopillano, que sin embargo ofreció dos detalles exquisitos dejando plantado a su marcador con sendos requiebros de espaldas, demostrando que curiosamente es un atacante que regatea mejor de espaldas que encarando.

Pero antes del clamoroso error de Alexis, también Pedro se plantó solo ante Iraizoz. Messi le envió una maravillosa asistencia, superando las dos líneas defensivas del Athletic, pero el canario estropeó la obra del argentino con un tiro flojo.

Luego fue Leo quien irrumpió en el área, pero de nuevo Gorka evitó el tanto y, en otra acción, el línea acertó al anular el gol en fuera de juego.

EL SELLO DE ADURIZ A la media hora llegó una espectacular volea de Aduriz que se estrelló en el palo, acción que redondeó en la segunda parte batiendo de tiro ajustado a Pinto, tras destapar todas las vergüenzas defensivas. El delantero le ganó por alto a Song y luego aprovechó el regalo de Bartra para preparar el disparo. El marcador adverso destapó el mal cuerpo de la afición, hasta ese momento callada en las protestas, e irrumpieron los pañuelos, ya olvidados en el tiempo. El Camp Nou, a pesar de la pobre entrada y de estar lleno de turistas, expresaba su ira. Y el Barça tiró de orgullo.

Y lo hizo para dar la vuelta al marcador. Y en esa tarea brillaron Pedro, que marcó el empate y no paró de correr, y Mascherano, que cansado de sufrir humillaciones, agarró un balón, recorrió todo el campo y disparó con toda su alma saliendo el balón por encima del travesaño. En esa jugada quiso reivindicar su orgullo y el de todo un equipo irrepetible que, ahora sí, necesita algo más que chapa y pintura, por más que las matemáticas alimenten la fe de los más devotos que siguen creyendo que la Liga es posible. Igual sí, quién sabe.

Pero lo cierto es que las carencias del Barça se destapan a cada partido, como su vulnerabilidad defensiva y su falta de pegada en ataque, donde todo sigue dependiendo de Messi. Ayer, de nuevo, resolvió él.