En una ciudad sin grandes éxitos deportivos que celebrar, llama la atención la sorprendente discreción con la que se reconocen los brillos, pocos, que se logran. Cuando se hace esta reflexión ante Rafael Berges, el de Las Margaritas sólo sonríe y se impone un silencio que es revelador.

Ayer se cumplieron 25 años de la consecución de la medalla de oro olímpica en Barcelona por parte de la selección española. Un grupo comandado por Vicente Miera en el que Berges fue más que protagonista. Jugó todos los partidos, anotó en dos de ellos (uno, en la semifinal ante Ghana) y hasta que la España de Luis Aragonés rompió la maldición ancestral de La Roja en la Eurocopa de 2008, el de Barcelona fue el gran éxito futbolístico nacional durante muchas décadas. «Sí, es probable que con el tiempo haya ganado más peso, quizás más del que se le dio o le dimos en su momento», reconoce Berges, que arrancaba en esa época su brillante etapa como futbolista de Primera División. Dejaba al Tenerife clasificado para la Copa de la Uefa y llegaba a un Celta de Vigo en el que también fue protagonista de la época dorada de la entidad celeste, con aquel equipo de «los rusos» en el que brillaban especialmente Karpin, Mostovoi, Revivo, Mazinho o Makelele, entre otros. Llegó a llevar el brazalete de capitán en una eliminatoria europea y cerró una etapa de una década en la élite por la que aún es recordado por no pocos aficionados vigueses.

«Teníamos un equipazo en Barcelona y fuimos notando la presión a medida que iban pasando los rivales. La final, en el Camp Nou, fue inolvidable. El estadio estaba hasta arriba, lleno de banderas españolas y la gente no paró de animar, incluso cuando se adelantaron los polacos. Fue increíble», recuerda el extécnico del Córdoba, que fue el precursor olímpico de deportistas cordobeses como Rafa Lozano o Lourdes Mohedano. Él mantiene la medalla de los XXV Juegos Olímpicos de Barcelona en un sitio privilegiado de su casa y en un detalle estamos de acuerdo: con los años, ese oro cordobés continúa ganando quilates.