Y la luz se hizo. El París de Anquetil, Merckx, Hinault e Induráin, el de los grandes campeones, se iluminó ayer con su mejor luz para recibir al jersey amarillo que más se ha emocionado sobre el podio de los Campos Elíseos. Vincenzo Nibali, líder desde el segundo día, cuando todavía estaban todos en carrera, más fuerte en las piedras del Norte, donde comenzó ya a sentenciar la prueba con tan solo cinco días de competición, e intratable en la montaña, donde logró tres de sus cuatro victorias. Los números del italiano han sido aplastantes. El segundo de la general, Jean-Christophe Péraud, llegó ayer a la capital francesa, donde Marcel Kittel ganó su cuarto esprint, a 7.52 minutos, la mayor diferencia desde 1997.

Nibali ganó sin discusión, sin ninguna duda por las ausencias, ya que caerse, por desgracia, forma parte del guion del Tour. Tanto es así que ya en los Campos Elíseos, con la carrera lanzada, Péraud se fue al suelo y por momentos peligró el doblete francés. Pero no, este no iba a ser tampoco el Tour en el que Valverde subiera al cajón de París.

Nibali iluminó ayer los Campos Elíseos, donde sonó el himno italiano, donde por fin los seguidores locales disfrutaron al ver por primera vez en 30 años dos banderas de su país izadas con la imagen al fondo del Arco del Triunfo.Y se convirtió en el séptimo italiano que ganaba la carrera de las carreras, tras los pasos de Ottavio Bottecchia, Gino Bartali, Fausto Coppi, Gastone Nencini, Felice Gimondi y Marco Pantani. "Para mí es muy difícil parangonarme con Pantani. Y mi Tour con el suyo. El se vistió de amarillo en la tercera semana y yo, desde el segundo día".

Llegó a París para evidenciar lo que comenzó a demostrar en el 2010 cuando ganó la Vuelta, lo que confirmó el año pasado venciendo el Giro. "He ganado el Tour porque soy un ciclista de tres semanas, lo que empecé a ver con mi triunfo en la Vuelta, el que dio un cambio a mi carrera. Pero no me veo con Merckx e Hinault. Ellos ganaban las grandes clásicas y yo no. Por eso no me he ganado aún un lugar en la historia". Pero, a pesar de su modestia, Nibali tomó ayer un carnet en el exclusivo club de los que han ganado las tres grandes junto a Anquetil, Gimondi, Merckx, Hinault y Contador.

Un carnet que ha sido el testimonio de un ciclista que, aunque denote sencillez cuando habla en público, se transforma en un Tiburón (su apodo) de presa contra todos. Valga el ejemplo de lo que hizo el primer día que se incorporó a la concentración invernal del conjunto Fassa Bortolo. Era el chaval del grupo y en la primera cuesta atacó y sacó los colores a Dario Frigo, el jefe de filas. "No lo vuelvas a hacer, porque Frigo es nuestro líder y nos lo vas a deprimir para toda la temporada", le aconsejó, con más veteranía, su compañero Joan Antoni Flecha. "Unos días después, Ferretti programó una carrera entre nosotros. A ver quién llegaba primero a una cima. Y, por supuesto, ganó Nibali", recuerda el exciclista catalán.

Y así hasta hoy, pero con mucho esfuerzo, como se encargó de recordar en el podio, donde recordó que ya se había visto ahí hace dos años, aunque dos escalones más abajo: "He construido este triunfo escalón a escalón". Cuando puede ataca y caer derrotado le escuece como una herida infectada. "He logrado una victoria espectacular, ahora solo deseo que el año que viene vengan todos". Porque Nibali ha acabado más cansado este Tour de que le preguntaran cada día si sería líder con Froome y Contador en acción, que por el desgaste de llevar el jersey amarillo, el que lució ayer con el atardecer en compañía de las felices miradas de Péraud, Pinot y el público francés, entregado más a sus compañeros de podio.