Aunque todo ocurrió hace más de 25 años, a finales de los 80, el mundo de las dos ruedas, que este fin de semana se ha citado en Silverstone (Inglaterra), una de las cunas del mundo de la velocidad, la gasolina y el olor a caucho quemado, vivió ayer con estremecimiento y, sobre todo, sorpresa, algo de indignación y desolación la muerte, por accidente de tráfico, de Joan Garriga, de 52 años, uno de los pilotos que protagonizó grandes batallas con el no menos popular Sito Pons, precisamente en un intento de evitar que este se coronase como doble campeón del mundo de 250cc (1988 y 1989) a los mandos de una Honda. Garriga era el yamahista y Pons, el piloto alado.

Y, curiosamente, tras esa dura pugna, repleta de trampas, triquiñuelas, grandes, enormes y vistosos duelos, al cabo de los años volvieron a reencontrarse, justo cuando Garriga, víctima de una vida complicada, mezcla de descontrol con las drogas, malas compañías, horribles asesores, gente aprovechada en su entorno e incapaz de comprender que los años de gloria y dinero se habían ido por el sumidero de su vida, sufrió un infarto (junio del 2013).

Fue entonces cuando el mundo supo de todas sus desgracias, de su soledad, de su pena, de la pérdida de todo lo que tenía. Y fue entonces cuando los rivales volvieron a juntarse. Y cuando el campeón trató de ayudar al subcampeón. No era el primero que lo intentaba, ni sería el último. Pero ya todo parecía perdido, incluida su magnífica casa de Vallvidrera, que le birlaron en una subasta pública manipulada por una deuda de 25.000 euros.

EL DOLOR DE SITO

«Joan se pasó los últimos años de su vida creyendo que el mundo, todo el mundo, estaba contra él y, sobre todo, exigiendo que todo el mundo estaba en deuda con él y debía de ayudarle», explicaba ayer Sito Pons, inundado en lágrimas, en el box de su equipo en Silverstone. «Era muy difícil entenderse con él y, no nos engañemos, por desgracia todos temíamos un final así. Ha muerto de un accidente de moto y, en ese sentido, se nos ha ido como siempre lo imaginamos y recordaremos, subido en la moto y siendo, desde luego, un grandioso piloto, que es lo que siempre fue y cómo debemos recordarlo».

Poco o nada se sabe de la manera que ha muerto Garriga. Nada sabe su abogado Emilio Ortega; nada sabe Ángel Viladoms, presidente de la federación; nada sabía Sito Pons, que se enteró de la muerte de su colega al llegar, como todos, a Silverstone. Garriga chocó contra un vehículo cuando circulaba en moto, a las 20.30 horas del pasado lunes, e ingresó muy grave en el Hospital Clínic. Y ayer, después de haber sido intervenido en ese mismo hospital, falleció en el postoperatorio, junto a su hija Marta.

RECUERDO ENTRAÑABLE

«No le conocí personalmente, pero me hacía mucha gracia aquel comecocos que llevaba dibujado en su casco», explicaba ayer Valentino Rossi. «Mi padre me había hablado mucho de Joan (Garriga), pues, en su duelo con Sito, papá iba con Pons porque tenía un pilotaje más fino y elegante, pero Garriga era como Kevin Schwantz, espectacular, valiente, agresivo», contó Jorge Lorenzo. «No lo vi correr, pero he visto muchas de sus carreras en vídeo», explicó Marc Márquez. «Y me gustaba, me gustaba mucho, porque Garriga era pelea, pelea, lo daba todo en la pista. Era peleón y, al final, la gente se acuerda más de los peleones que de los demás». «Era bueno, era muy bueno, era buenísimo, lástima que su segunda vida fuese tan desafortunada», lamenta el italiano Carlo Pernat, mánager de un montón de pilotos y el hombre que se llevó a Garriga a Cagiva.