El Córdoba, para bien o para mal, siempre sorprende, siempre deja un hueco (o varios) para que nada sea rutinario, para que se abra una rendija a lo inesperado. Tanto en los peores años, como ha sido éste, como en los mejores, aquellos parecidos al que teóricamente debía estar viviendo el Oviedo actual. Los más experimentados en esos vaivenes, saben que en esas tómbolas blanquiverdes toca un peluche que cabe en el bolsillo del pantalón en la mayoría de las ocasiones, pero de vez en cuando el regalo es una TV de plasma. Por eso percibían el olor a chamusquina. Casi todos los adversarios por la permanencia perdían sus compromisos, alguno empataba y sólo uno ganaba. La evidencia, ese «nos lo han puesto a huevo», se convierte siempre en un cariz de preocupación cuando se da a orillas de El Arcángel. Nunca se pronuncia esa frase con una sonrisa, sino con un gesto de contrariedad. El gato escaldado del agua fría huye. De partidos en los que estaba todo hecho para el éxito y terminaban en una profunda depresión, a otros a los que se llegaba entre negros nubarrones y, de repente, ni tan siquiera llovía. Y ayer, en El Arcángel, no sólo no llovió, sino que se hizo la luz y lució el sol a las diez de la noche.

Al Córdoba y al Oviedo, cada uno para su buche, se les juntó el hambre con las ganas de comer. El equipo de Carrión puso lo que suele poner en las últimas semanas en casa, más allá de un grado mayor o menor de acierto. Orden, compromiso, pelea mínima exigible para lo que se está poniendo en juego y demostrar que, aun con notables limitaciones, se debe salvar la categoría. Enfrente, un Oviedo que, como mínimo, sorprendió. Algunos recordábamos temporadas cercanas en las que los blanquiverdes se jugaban entrar en las eliminatorias de ascenso y, con mayor o menor acierto, esa entrega estaba ahí, esa demostración de querer meterse se hacía palpable. Insistimos, más allá de los aciertos o de la suerte a favor o en contra. El Córdoba, ayer, demostró sobre el campo lo que se jugaba. El Oviedo pareció ser un grupo que nada tenía que hacer con su objetivo. Los de Carrión, además de mayor intensidad, tuvieron ese golpe que siempre hace falta, un gol a los 37 segundos de encuentro, un tanto que descarga tensión, que rebaja la adrenalina y el exceso de responsabilidad, que mete al equipo en una senda con viento a favor y que, además, genera dudas en el contrario. Piovaccari aprovechaba una indecisión de Christian para batir sin remisión a Juan Carlos.

Casi sin darse cuenta, los del Principado tenían el duelo perdido cuando aún restaban 80 minutos tras combinar errores propios con aciertos ajenos. Piovaccari hacía el doblete tras una buena jugada de Javi Galán. La tranquilidad blanquiverde aumentó exponencialmente. La respuesta del Oviedo se centró, principalmente, en las incorporaciones de Johannesson por la banda derecha, apoyándose en Nando o en Susaeta, mientras que el Córdoba mantuvo el orden ayudado por la tranquilidad que daba esa ventaja de 2-0. En cualquier caso, y pese a las limitaciones de unos y otros, el Córdoba demostró siempre lo que se jugaba, al contrario que los asturianos.

Todo salía a pedir de boca y en los momentos de moneda al aire, al Córdoba siempre le salía cara. Incluso los detalles, pocos, que aparecieron a contrapié, tuvo en Kieszek -el mejor jugador de la temporada- a uno de sus mejores hombres, si no el mejor. Un dudoso penalti de Antoñito a Carlitos no sirvió a los asturianos para meterse en el partido, ya que el polaco le adivinó descaradamente el lanzamiento a Toché. El Córdoba buscó el gol a balón parado, pero el saque de esquina de Javi Lara, con estupendo cabezazo de Alfaro, encontró buena respuesta en Juan Carlos (min. 35). Pero ayer era el día en el que todo salía y, segundos después, un centro de Javi Galán al segundo palo era empujado por el onubense a las redes. Poco más de media hora y el Córdoba goleaba a un candidato a las eliminatorias de ascenso. Había que frotarse los ojos.

Definitivamente era el día. Ese en el que todo sale. Ese en el que lo que se espera del equipo, en cuanto al resultado que se necesita, se cumple tras ver lo que han hecho sus adversarios. Los blanquiverdes aprovecharon la oportunidad. Y de qué manera. Por el contrario, el destino castigó la falta de intensidad inicial del Oviedo. Al filo del descanso, Nando recibía en la frontal con la defensa local descolocada y su lanzamiento, potente, se estrellaba en el larguero de Kieszek.

3-0 al descanso. Había que hacer esfuerzos al echar la vista atrás para encontrar un partido con tanto acierto, con tanta tranquilidad, con esa tremenda distancia en el marcador en El Arcángel en 45 minutos. Y, además, un encuentro que debía ser, teóricamente de máxima tensión.

La segunda parte fue, lógicamente, de trámite. Hierro intentó reactivar a un muerto Oviedo, mientras que el Córdoba, completamente relajado, se permitía hasta anotar de falta directa de Javi Lara con rebote en Carlitos ante el que nada pudo hacer Juan Carlos. Los dos goles, anecdóticos, de los ovetenses, dejaban una escena inusitada. Un partido vital para la salvación resuelto en apenas 10 minutos con una grada pidiendo a los dueños su marcha y preguntándoles, insistentemente, dónde están los millones. Con el alivio hace falta una profunda reflexión.

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Córdoba: Kieszek, Antoñito, Caro, Deivid (Luso, min 79), Bíttolo; Edu Ramos, Sergio Aguza (Caballero, min. 78); Alfaro, Javi Lara, Javi Galán; Piovaccari (Rodri, min. 67).

Oviedo: Juan Carlos; Johannesson, David Costas, David Fernández, Christian; Torró (Saúl Berjón, min. 46), Erice, Carlos de Pena (David Rocha, min. 64), Susaeta; Nando (Linares, min. 54); Toché.

Goles: 1-0, min. 2: Piovaccari; 2-0, min. 12: Piovaccari; 3-0; min. 36: Alfaro; 4-0, min. 53: Javi Lara; 4-1, min. 69: Saúl Berjón; 4-2, min. 93: Linares (p).

Árbitro: Arcediano Monecillo (colegio castellano-manchego). Amonestó a los locales Antoñito, Bíttolo, Rodri y Aguza, y a los visitantes Nando, Saúl Berjón, Johannesson, Carlos de Pena y David Fernández.

Incidencias: Partido de la cuadragésima jornada de Segunda División disputado en El Arcángel ante 14.751 espectadores.