A nadie se le puede engañar. Es cierto que este Córdoba estaba herido de muerte, que el huevo de la serpiente estaba instalado en El Arcángel desde hacía meses y que por muchos cambios que hubiera, incluso en la propiedad, el mal continuaba ahí, más que latente. Del pasado más reciente ya se ha escrito y dicho todo. Otra cosa será ese pasado a medio y largo plazo. Pero centrándose, todo el que pueda, en ese pasado a luces cortas convendrá en que este Córdoba tenía (¿tiene?) una pequeña oportunidad. Y todo hace indicar que se la está jugando (¿se la ha jugado?) a la ruleta rusa, como se apuntó la pasada semana. A la falta de seriedad en los planteamientos ante lo que se está jugando el mismo equipo e incluso el club. A la ausencia de criterio sobre las armas de que dispone, y la necesidad que le acucia. Y a la incógnita. Esa incógnita que supone salir pensando en el partido perfecto, el soñado e imaginado y no en el trabado, el problemático, el que se ha de resolver con armas individuales, sí, pero también colectivas.

Desde el pasado verano este Córdoba transmite la sensación (posiblemente sea solo eso, una sensación) de pecar de vanidad, de creerse mejor de lo que se es, de estar poseído por una adolescente arrogancia de que «pocos hay mejores que nosotros». De que en esta categoría no hay que trabajar y que con la calidad, sea real o impostada, es suficiente. Y hay que explicar esa aparente vanidad, porque incluso desde diferentes declaraciones de los entrenadores que ha tenido, se ha hablado mucho, hasta la saciedad, de toque, de ataque, de la calidad en mediocampo, de combinación, de juego, de fútbol… Aquello de que el «perfil de la plantilla es para jugar». Como si el fútbol solo tuviera una cara, una arista o una forma de jugarse. Para colmo, en Segunda. Como si el Huesca, el Cádiz o el Oviedo jugaran a rugby.

Poco se ha hablado de trabajo colectivo, de presión ordenada, de ocupar espacios, de fijar la marca, de luchar (y ganar al menos la mitad) de los balones divididos… Eso, al parecer, no es fútbol. O no es el fútbol que le gusta a este equipo. Y como aquí, ya se sabe, estamos para hacer lo que nos gusta…

El equipo de la polivalencia (maldita palabra) saltó anoche al terreno de juego del Heliodoro Rodríguez López con cuatro jugadores defensivos y solo dos claramente en su posición, los centrales llegados hace unos días. Caro es lateral y central. Javi Galán es extremo y lateral. Vallejo es central y mediocentro defensivo. El resto son jugadores de ataque, de toque, de calidad, sea real o impostada, y salvo una honrosa excepción, no se distinguen por el trabajo sin balón, por lo que la respuesta a ese hándicap debe llegar desde la táctica y la elección adecuada de los recursos, al menos, para el once titular.

De los ocho fichajes invernales, solo tres saltaron en el once inicial. Se volvió a insistir con Aguza por la izquierda y Javi Lara por dentro y, a pesar de la pregonada calidad del mediocampo blanquiverde, una presión adelantada de un adversario que llegaba al encuentro con las mismas dudas que él le hizo saltar por los aires el plan a las primeras de cambio.

Apenas en cinco minutos, Juan Villar ya avisó al Córdoba de que la noche sería de sufrimiento. El equipo cordobesista mostraba unos espacios entre líneas, a lo largo y a lo ancho, que parecían praderas. Y a pesar de esa calidad, nadie cogía el timón, nadie serenaba ni aseguraba la posesión. Así, el Córdoba se convirtió en un grupo desordenado, al que le costaba correr hacia atrás y que mostraba exactamente los mismos errores que hace 20 jornadas. Pero no jugaba en el Mini Estadi o en Pucela, ni era octubre. Para colmo, Malbasic y Álex Mula pudieron anotar el segundo, pero el Córdoba, con el único argumento ofensivo del que dispone (irónico, con tanta calidad y hombre de ataque), logró igualar la contienda al obligar a un despeje a Dani Hernández que, aprovechado por Vallejo con un fuerte disparo, obligó al venezolano a rechazar a la desesperada para dejársela casi en bandeja a Sergi Guardiola.

Le entraron las dudas al Tenerife y el Córdoba no las aprovechó. Tuvo dos opciones claras y también un cuartito de hora casi decente, pero al filo del descanso Malbasic castigó el despiste de la defensa blanquiverde.

Podía pensarse que en el segundo acto volvería la seriedad en un ataque de responsabilidad. Pero no. El Tenerife tenía claro cuál era el único argumento serio ofensivo de los visitantes y lo tapó. Los cambios, los mismos. Las ideas, idénticas. Y, lógicamente, el Tenerife lo aprovechó anotando el tercero, el cuarto, el quinto… Y aún pudo anotar un par de ellos más si hubiera estado acertado en los últimos metros, y si Kieszek no hubiera estado ahí.

Este Córdoba se empeña en jugar a la ruleta rusa cada fin de semana. Y así le ha ido. Posiblemente sea necesario que deje de hacerlo y que se apele al trabajo para que algunos podamos seguir creyendo en milagros. Porque también existen los milagros terrenales.

Tenerife-Córdoba (5-1)

CD Tenerife: Dani Hernández; Raúl Cámara, Jorge Sáenz, Aveldaño, Camille (Luis Pérez, min. 39); Alberto, Luis Milla (Vitolo, min. 77); Alex Mula, Casadesús, Juan Villar (Suso, min. 72); y Malbasic.

Córdoba CF: Kieszek; Caro, Valentín, Aythami, Javi Galán; Alex Vallejo (Reyes, min. 59), Jovanovic (Alfaro, min. 73) Javi Lara, Aguza; Sergi Guardiola y Narváez (Jauregui, min. 73).

Goles: 1-0, min. 5: Juan Villar; 1-1, min. 19: Guardiola; 2-1, min. 44: Malbasic; 3-1, min. 57: Casadesús; 4-1, min. 66: Juan Villar; 5-1, min. 81: Casadesús.

Árbitro: Adrián Cordero Vega (Comité Cántabro). Amonestó a los jugadores locales Jorge Sáenz, Juan Villar, Casadesús y Vitolo, y a los visitantes Caro y Aythami.

Incidencias: Encuentro disputado en el estadio Heliodoro Rodríguez López, de Santa Cruz de Tenerife, ante 10.207 espectadores. La Reina del Carnaval Carmen Lourido Pérez realizó el saque de honor, además, se guardó un minuto de silencio en memoria de Roberto Medina, quien fuera médico del CD Tenerife.