"Es el Leicester City. Siempre hay algo de drama", relataba el locutor de Radio Leicester tres minutos antes del silbido final. El sueño más increíble del fútbol inglés sigue vivo, pero deberá esperar como mínimo un día más para concretarse. Ante 75,000 personas que rebosaron Old Trafford, el equipo de moda del fútbol europeo estuvo a punto de proclamarse campeón de la Premier League. Una buena versión del Manchester United, que se adelantó en el marcador, pospuso la celebración de los foxes (1-1). Los jugadores del Leicester se fueron hacia el túnel de vestuarios aplaudidos tras el silbido final, tanto por sus aficionados como por los red devils. En el Teatro de los Sueños, el más improbable de todos no pudo cumplirse.

Los futbolistas del Leicester dieron un breve paseo por el césped de Old Trafford dos horas antes del partido. No había casi nadie en las gradas. Fue un momento de paz acompañado de la tradicional lluvia de Manchester para inspeccionar el terreno de juego que les podía conducir a la gloria. Claudio Ranieri no experimentó ni un ápice y alineó a su once preferido con la única ausencia de Jamie Vardy, que cumplía su último partido de sanción y vería el partido desde la grada.

"Vamos a arruinarles la fiesta", decía un trabajador del estadio en una de las bocas de entrada. El mayor argumento del United, aún necesitado de puntos en la lucha por la cuarta plaza, era el estado de forma de Anthony Martial, que volvía a compartir delantera con el prometedor Marcus Rashford.

3.000 AFICIONADOS VISITANTES

El exceso de optimismo visitante duró 8 minutos. Fueron los que tardó Valencia en conectar el mejor centro que ha hecho en su carrera en la Premier League. Un balón con el exterior del pie derecho acabó a pies de Martial, en el segundo poste, que no falló ante Schmeichel. "Empezamos un poco asustados", admitió Ranieri tras el partido.

El sueño se alejaba, pero solo por unos instantes. En una reacción de campeón, aprovechando la estrategia del balón parado, el Leicester empató el encuentro en la primera acción de peligro que generaron. Drinkwater habilitó al capitán Wes Morgan en el área pequeña y su cabezazo cruzado fue imposible para De Gea.

El público estaba nerviosísimo. Los 3.000 aficionados que viajaron desde Leicester estaban entre impacientes y animados. Ranieri cambió el sistema defensivo sobre la marcha, alejando a Okazaki de la punta de ataque. Y Van Gaal, que se levanta poquísimo del asiento, tampoco podía contener la emoción. El partido tenía el ambiente de una final. El encuentro se marchó al descanso con empate, pero con la sensación que el Manchester United había tenido poco premio a su buen juego.

MAHREZ SE ACTIVA

El Leicester dio el paso adelante al inicio de la segunda mitad. Mahrez , elegido el mejor jugador de la Premier de este año, se activó y se sucedieron los saques de esquina. Los centrales subían lentamente a buscar el gol del año en cada falta lejana. Morgan lo probó dos veces más. Ulloa remató alto. Okazaki remató desviado porque no llegó a impactar el balón con garantías.

A diez minutos del final, desde la zona de aficionados foxes, un seguidor empezó a sonar una campanilla. "Dilly ding, dilly dong!", la expresión popularizada por Ranieri se había trasladado a la grada. Era el momento, pero la efervescencia de los pupilos del italiano se había terminado. Ulloa no podía casi respirar y la presencia ofensiva era anecdótica. Drinkwater fue expulsado y el partido murió tal como estaba.

"No vinimos aquí a ganar el título. Vinimos aquí a hacer un buen partido porque sabíamos que era un desafío difícil", comentó el entrenador italiano del Leicester. El milagro podría consumarse si este lunes el Tottenham no consigue ganar al Chelsea en Stamford Bridge. Pero Ranieri no verá el partido. "Me gustaría verlo, pero estaré en un vuelo de vuelta de Italia. Seguramente me enteraré del resultado cuando aterrice". Nadie diría que está a punto de hacer historia.